El problema era que algunos falsos hermanos se habían infiltrado entre nosotros para coartar la libertad que tenemos en Cristo Jesús a fin de esclavizarnos. Ni por un momento accedimos a someternos a ellos, pues queríamos que se preservara entre ustedes la integridad del evangelio (Gálatas 2: 4, 5).
SI NO SE COMPRENDE EL EVANGELIO, se le da poder a Satanás en nuestra vida. Fijémonos en estas palabras llenas de significado: «El enemigo de Dios y del hombre no quiere que esta verdad sea presentada claramente; porque sabe que si la gente la recibe plenamente, habrá perdido su poder sobre ella» (Obreros evangélicos, p. 169).
Ahora comenzamos a entender por qué mucha gente no tiene una comprensión correcta del evangelio como se revela en el mensaje de la justificación por la fe. El causante de esto es el enemigo de Dios. Él no quiere que los seres humanos entiendan el evangelio con claridad. La razón es que cuando el evangelio se capta en toda su gloria, y la gente lo acepta de corazón, Satanás pierde el poder controlador.
Pero también es importante mencionar lo contrario. Si no entendemos el evangelio y aceptamos una falsificación, o una distorsión de sus verdades fundamentales, entonces el enemigo de Dios tiene poder para controlar a las personas. Lo interesante es que no se requiere mucho para falsificar el evangelio. Más adelante veremos lo sutil que puede ser tal desvío y cuan sagaz puede ser la modificación. No fue por nada que el Señor dijo en una ocasión: «Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?" Entonces les diré claramente: "Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!"» (Mat. 7: 22-23).
Resulta incomprensible que alguien pueda llamarse cristiano y estar bajo la influencia y poder del maligno. Normalmente pensamos que quienes no quieren saber nada de Cristo, son los que caen bajo el poder del adversario de Dios. Frecuentemente no comprendemos cómo alguien que acepta a Cristo, que parece ser un miembro fiel de una congregación cristiana, que es celoso por la causa de Dios y apegado a la más estricta ortodoxia, pueda estar controlado por el enemigo de la justicia divina. Dios no permita que nosotros seamos tales personas.