El amor de
nuestro Señor es absolutamente inmutable. Nada puede entorpecer o disminuir su
búsqueda amorosa tanto de pecadores como de santos. David, el salmista, lo
expreso de esta manera: “Detrás y delante me rodeaste… ¿a donde me iré de tu
Espíritu? ¿Y a donde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estas
tu; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tu estas.” (Salmo 139:5,
7-8).
David esta
hablando de las grandes altas y bajas que enfrentamos en la vida. El esta
diciendo, “Hay tiempos cuando soy tan bendecido que me siento levantado con
gozo. En otros tiempos, me siento como si estuviera en el mismo infierno,
condenado e indigno. Pero no importa donde este, Señor—no importa cuan bendecido
me sienta o cuan baja sea mi condición—tu estas allí. No me puedo alejar de tu
amor implacable. Y no puedo ahuyentarlo. Tu nunca aceptas mis argumentos acerca
de cuan indigno soy. Aun cuando soy desobediente—pecando contra tu verdad,
cuando no aprecio tu gracia—tú nunca dejas de amarme. ¡Tu amor por mi es
implacable!”
En un momento
bajo, David oro, “Señor, tu asentaste mi alma en un lugar celestial. Me diste
luz para que entienda tu Palabra. La hiciste una lámpara para guiar mis pies.
Pero he caído tan bajo, no veo como pueda recuperarme. He preparado mi cama en
el infierno; y merezco ira y castigo. Tu eres muy exaltado y santo para amarme
en esta condición.”
David había
pecado gravemente. Este es el mismo hombre que había disfrutado diariamente de
aportación espiritual de consejeros piadosos. El fue enseñado por rectos hombres
de Dios. El fue ministrado por el Espíritu Santo. El recibió revelaciones de la
Palabra de Dios. Aun así, a pesar de muchas bendiciones y su vida consagrada,
David desobedeció la ley de Dios rotundamente.
Estoy seguro que
conoces la historia del pecado de David. El deseo la mujer de otro hombre y la
embarazo. Entonces el trato de cubrir su pecado emborrachando al esposo,
esperando que el hombre se acostara con su esposa embarazada. Cuando eso
fracaso, David mato al esposo. El confabulo enviando al hombre a una batalla
perdida, sabiendo que el moriría.
Las Escrituras
dicen, “…Mas esto que David había hecho; fue desagradable ante los ojos de
Jehová.” (2 Samuel 11:27). Dios llamo las acciones de David “un gran mal.” Y el
envió al profeta Natán a decirle, “…con este asunto hiciste blasfemar a los
enemigos de Jehová,” (12:14).
El Señor
entonces disciplino a David, diciendo que el sufriría severas consecuencias.
Natán profetizo, “…el hijo que te ha nacido ciertamente morirá.” (12:14). David
oro el día entero por la salud del bebe. Pero la criatura murió, y David lloro
profundamente por las cosas terribles que el había causado.
Todavía, a pesar
del pecado de David, Dios seguía persiguiéndolo con su amor. Mientras el mundo
se mofaba de la fe de este hombre caído, Dios le dio a David una muestra de su
amor implacable. Betsabé ahora era la esposa de David y ella dio a luz a otra
criatura. David, “…y llamo su nombre Salomón, al cual amo Jehová.” (12:24). El
nacimiento y la vida de Salomón fueron una bendición totalmente inmerecida para
David. Pero el amor de Dios por David nunca amaino, aun en la hora de su mayor
vergüenza. El persiguió tras David de manera implacable.
Considera
también el testimonio del apóstol Pablo. Mientras leemos de la vida de Pablo,
vemos a un hombre empeñado por destruir la iglesia de Dios. Pablo parecía un
loco en su odio hacia los cristianos. El suspiraba amenazas de matanza contra
todos los que seguían a Jesús. El busco la autorización del sumo sacerdote para
cazar a los creyentes, para así entrar en sus casas y arrastrarlos a la prisión.
Después que fue
convertido, Pablo testifico que aun durante esos años llenos de odio—mientras el
estaba lleno de prejuicios y mataba ciegamente a los discípulos de Cristo—Dios
lo amaba. El apóstol escribió: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en
que siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:8). El dijo en
esencia: “Aunque yo no estaba conciente de esto, Dios me estaba persiguiendo. El
siguió detrás de mi en amor, hasta ese día cuando literalmente el me tumbo de mi
cabalgadura. Ese fue el inmutable amor de Dios.”
A través de los
años, Pablo estaba aun más convencido que Dios le amaría fervientemente hasta el
fin, a través de sus altas y bajas. El declaro: “Por lo cual estoy seguro de que
ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo
presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa
creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”
(8:38-39). El estaba declarando: “Ahora que le pertenezco a Dios, nada puede
separarme de su amor. Ningún diablo, ni demonio, ni principado, ni hombre, ni
ángel—nada puede detener a Dios de amarme.”
La mayoría de
los creyentes han leído este pasaje una y otra vez. Lo han escuchado predicar
por años. Sin embargo, creo que la mayoría de los cristianos encuentran que las
palabras de Pablo son difíciles de creer. Cada vez que nosotros pecamos o le
fallamos a Dios, perdemos todo sentido de la verdad de su amor por nosotros.
Luego, cuando algo malo nos pasa, pensamos, “Dios me esta azotando.” Terminamos
culpándolo de cada problema, prueba, enfermedad y dificultad.
En realidad,
estamos diciendo: “Dios has dejado de amarme, porque te falle. Lo disguste y el
esta enojado conmigo.” De repente, dejamos de comprender el implacable amor de
Dios por nosotros. Olvidamos que el nos persigue continuamente en todo tiempo,
sin importar nuestra condición. Todavía aun, lo cierto es, que no podemos
enfrentar la vida y todos sus terrores y penurias sin asirnos de esta verdad.
Debemos estar convencidos del amor de Dios por nosotros.
Conozco a muchos
ministros que hablan mucho del amor de Dios y libremente lo ofrecen a los demás.
Pero cuando el enemigo viene rugiendo como una fuente a sus propias vidas, son
llevados por el torrente. Caen en un hoyo de desesperación; incapaces de confiar
en la Palabra de Dios. Ellos no pueden creer que Dios pueda aceptarlos, porque
están convencidos que Dios se dio por vencido en ellos
Puede que
reconozcas este versículo. A menudo es usado en los servicios eclesiásticos como
una bendición. Usualmente es pronunciado de memoria por el pastor y pocos
oidores echan mano de su enorme significado. Sin embargo, este versículo no es
tan solo una bendición. Es el resumen de todo lo que Pablo le había enseñado a
los Corintios acerca del amor de Dios.
Este versículo
trata con tres temas divinos: la gracia de Cristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo.
Pablo estaba orando que los Corintios pudieran echar mano de estas verdades.
Creo que si nosotros también podemos comprender estos tres temas, nunca mas
dudaremos del inmutable amor de Dios por nosotros:
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