Acción
"El Rey les contestará: Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos mas humildes, por mí mismo lo hicieron." Mateo 24:40 "
Cuentan que en Londres, una noche de lluvia, alguien golpea la puerta de una casa. La señora se asoma a mirar por la ventana y ve una mujer mayor, totalmente mojada por la lluvia, envuelta en lo que parecía una capa grande. Casi sin abrir la puerta, le pregunta de lejos qué es lo que deseaba.
La mujer empapada, desde la calle, le pide un paraguas para poder llegar a su casa. Le promete que se lo devolverá al día siguiente. La dueña de casa pide que la espere un momento y vuelve a cerrar la puerta. Busca el paragüero, y encuentra dos paraguas. Toma el más grande y nuevo y camina hasta la puerta. Pero antes de abrirla, se detiene. Y si no vuelve más, y si desaparece con mi paraguas nuevo, pensó. Entonces tomo el mas viejo de los dos y se lo dio a la mujer.
Esta, agradecida, se despidió cubriéndose con el viejo paraguas que casi no detenía el agua. Al día siguiente, cerca del medio día, la dueña de casa escucha la trompeta real. Mira por la ventana y ve que frente a su casa, estaba formada la guardia real de la reina de Inglaterra, y el carro real parado justo frente a su puerta. Un distinguido soldado golpea y espera ser recibido. Toda la realeza estaba presente.
La mujer empieza a dar vueltas nerviosa en su living, no sabe si abrir inmediatamente, si arreglarse el pelo, si cambiarse el vestido. Finalmente, solo atina a abrir la puerta y espera. Del carro real baja la misma reina de Inglaterra, con su vestido real, su corona y su capa. Tiene en su mano un viejo paraguas que ahora esta seco.
Gracias, le dice a la mujer que no podía salir de su sorpresa. Anoche salí a caminar sola, sin mi guardia, y me sorprendió la tormenta. Quería devolverle su paraguas y agradecerle por su gentileza. Le entrega el paraguas y se va.
La dueña de casa se quería matar. Había tenido a la reina de Inglaterra golpeando la puerta de su casa, empapada y ni siquiera la había hecho pasar, no le había ofrecido un abrigo. Solo le había dado un viejo paraguas que casi no servia. Pero su oportunidad ya había pasado.
Hoy estamos a tiempo. Jesucristo mismo dijo que cada vez que tenemos una buena actitud con alguien, no estamos ayudando solamente a esa persona. Es como si se lo hiciéramos a El mismo. ¿Cuanta dedicación y esmero pondríamos si tuviéramos que servir una taza de leche a Jesucristo? El espera que pongamos la misma dedicación, cada vez que se la ofrecemos a un niño.
Cada acción es un servicio a Cristo.
Gracias a la hermana Graciela por el fondo
PEDRO PABLO