No puedes cambiar el rumbo
Aquella familia llegó al barco con sus billetes en la mano.
Se tomarían unas vacaciones de los tíos de Europa. pero
Javier no estaba de acuerdo. Era el menor de los tres her-
manos y no soportaba a su tia inglesa ni los modales tan
apretados que debería fingir durante dos meses. Para él,
este viaje significaba arruinarse sus vacaciones. Hizo todo
lo que estuvo a su alcance para frustar aquel viaje, pero
todo fue en vano. Ni cuenta se dio cuando subieron al
barco. Era muy temprano y estaba plácidamente dormido
en brazos de su padre. Así dormido, le acostaron en su
cama del camarote. Cuando despertó, varias horas más
tarde y tomó conciencia de la situación, comnzó a caminar
en dirección a su casa, hacia el norte y se quedó en esa
posición todo el día, pensando inocentemente, que de esa
manera cambiaría la situación. Ignoraba que el curso de
barco ya estaba tomadoy por mucho que Javier camine en
cualquier otra direccón dentro del barco, la nave siempre
seguiría hacia el sur.
Muchas veces, nosotros tenemos la misma actitud infantil
de aquel niño. Sabemos que hay cosas que pasan en nuestra
vida que, aunque nosotros no esperamos o no aceptemos
, sucederán de cualquier modo. Pero igual luchamos
vanamente intentando cambiar el curso de las cosas cuando
sería más fácil cambiar mi actitud que cambiar las
circunstancias. Un hijo no planificado, unaccidente que te deja
lisiado, un vecino o amigo inoportuno. Saber aceptar las cosas,
no deseadas o inesperadas de la vida como enviadas o permi-
das por Dios es de sabios. Lo que está mal y puede cambiarse
hay que cambiarlo. Pero aquello irreversible hay que aceptarlo
con la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento. Esto lo
lograrás, sólo cuando aprendas a ser agradecido y a derramar
delante de Dios, en oración todas tus ansiedades.
"Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras
peticiones delante de Dios vuestras peticiones en toda oración
y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que
sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros pensamientos
y vuestros corazones en Cristo Jesús." (Filipenses 4:6-7).