Unidos en Cristo
A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer (Juan 1: 18).
DIOS TENÍA LA INTENCIÓN DE RESTABLECER la comunión directa que tuvo con el hombre en el Edén.
Como parte de ese plan, envió a su Hijo al mundo con dos propósitos básicos:
Solucionar el problema del pecado de manera definitiva, y unir a la humanidad consigo mediante lazos inseparables.
La palabra que en nuestro texto se traduce como «habitó», en esta traducción significa literalmente plantar una tienda, edificar una morada.
Dios había erigido un tabernáculo para morar con su pueblo en el desierto, ahora envía a su Hijo para morar entre los hombres.
Es como si él hubiese levantado su tienda entre nosotros. Al hacerlo, hizo algo más que solo morar entre los seres humanos temporalmente. Como fue una encarnación, se unió con la raza humana mediante lazos que no se pueden romper.
«Pero por la encarnación del Hijo de Dios, se cumple el propósito del cielo.
Dios mora en la humanidad, y mediante la gracia salvadora, el corazón del hombre vuelve a ser su templo»
(El Deseado de todas las gentes, p. 132).
Esta comunión de Dios con su pueblo se logra de dos maneras.
Primeramente, puesto que su Hijo se hace ser humano, la humanidad y la Deidad quedan unidas. De esta manera, Dios habita con su pueblo por medio de un lazo perfecto, sin cortapisas ni impedimentos.
En segundo lugar, Cristo vino a morir por el pecado, e hizo posible que Dios pueda perdonar al ser humano. Al hacerlo, queda eliminado lo que impedía la comunión, y Dios puede nuevamente habitar entre los hombres.
«Cristo logró aun más que restaurar lo que el pecado había arruinado.
Era el propósito de Satanás conseguir una eterna separación entre Dios y el hombre; pero en Cristo llegamos a estar más íntimamente unidos a Dios que si nunca hubiésemos pecado.
Al tomar nuestra naturaleza, el Salvador se vinculó con la humanidad por un vínculo que nunca se ha de romper»
DIOS TE BENDIGA
TE AMO
SILVYNA
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