Primeramente pusimos nuestra atención sobre los esposos y llegamos a la conclusión que la responsabilidad primaria del esposo es amar a su esposa. Efesios 5.25 en su primera parte dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres.” Sobre cualquier otra responsabilidad del esposo está esta, amar a su esposa. Si los esposos comprendiéramos este mandato y actuáramos conforme a este mandato, no existirían problemas matrimoniales.
Notemos que es una orden esto de que los esposos amen a su esposa. El amor del cual estamos hablando aquí es un amor que se origina en la voluntad del individuo. No es un amor emocional, o sentimental, sino un acto de la voluntad para amar, sin importar si la persona amada merece o no ser amada.
Esto es importante recalcar, porque en la mayoría de los matrimonios se ve que los maridos dicen: Ah... si mi mujer fuera buena, si no tuviera mal carácter, si atendiera todas mis necesidades, como le amaría. Pero pensando bíblicamente, este razonamiento es totalmente absurdo. La Biblia dice: Maridos, amen a sus mujeres sin ningún tipo de condicionamiento. Sin esperar nada a cambio. El modelo de amor de un esposo hacia su esposa está dado por el modelo de amor de Cristo, el esposo a la iglesia, la esposa.
Consideremos algunas características de este amor. En primer lugar, el amor de Cristo a la iglesia fue sacrificial. Efesios 5:25 dice que Cristo amó tanto a la iglesia que se entregó a sí mismo por ella. Jesucristo amó a la iglesia en la eternidad pasada y eso le movió a dejar su posición de gloria en el cielo, para venir a la tierra, tomar forma humana, sufrir el rechazo de la humanidad, ser escupido, ser objeto de la burla, ser coronado de espinas y ser clavado en una cruz para morir como un vulgar criminal.
¿Por qué hizo todo esto? Por amor. Este es el tipo de amor que debemos manifestar nosotros, maridos hacia nuestras mujeres. Tomemos en cuenta que este amor no fue merecido. Ninguno de nosotros quienes formamos la iglesia merecíamos ser así amados por Cristo. A decir verdad, Dios nos amó cuando éramos sus enemigos más acérrimos. Dios amó a personas que no merecíamos ser amadas y lo hace tan solo porque el amor es parte esencial de su naturaleza. Los que conocemos a Dios en forma personal por medio de Jesucristo, somos hijos de Dios, y por tanto estamos en capacidad de amar como Cristo amó a la iglesia. Un amor que se da solamente a los que lo merecen es un amor de calidad inferior, en realidad puede ser que ni siquiera sea amor, porque no hay sacrificio ni entrega de parte de la persona que ama. De modo que cuando Pablo dice a los maridos que amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, no está diciendo: Ámenlas porque ellas lo merecen, sino ámenlas porque tienen que amarlas y punto.
En Juan 12, los discípulos de Jesús estaban en el aposento alto, discutiendo entre ellos acerca de quién de ellos sería el mayor en el reino de los cielos. Dejaron que sus propios intereses egoístas los encumbraran a las peligrosas alturas de la vanidad. En su egoísmo, nadie se fijó siquiera en la suciedad de sus propios pies, peor en la suciedad de los pies de los demás. Pero el Señor Jesucristo se levantó y lavó los pies de todos los que estaban allí. Cuando terminó de lavarles los pies les dijo: Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
¿Cómo los amó? Con acción de beneficio para ellos. No fue algo emocional. No hay nada emocionante en lavar los pies de los demás. Pero el amor verdadero no hace lo que siente sino lo que debe. Donde hay una necesidad el amor actúa sacrificialmente. Esto es justamente la parte que le corresponde al marido en el matrimonio. Los que somos casados tenemos que hacernos obligadamente una pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que hicimos algún sacrificio por nuestra esposa? ¿Cuándo fue la última vez que dijimos a nuestra esposa: Querida, estoy dispuesto a hacer lo que tú quieras? No estaría mal abandonar nuestra manera de hacer las cosas para hacerlas a la manera de ella, simplemente porque queremos sacrificarnos por ella.
El amor que debemos tener para nuestras esposas es un amor sacrificial. No debería sorprendernos que el mundo mire a este tipo de amor como un absurdo. ¿Qué sabe el mundo del amor divino? Lo único que sabe el mundo es que el marido es el macho, el que tiene a la esposa dominada, el que consigue que las cosas se hagan con un grito, el que espera que todos le rindan pleitesía. Esto es lo que el mundo promueve y hay muchos maridos que lo han aceptado sin decir nada.
Pero hay más. El amor de Cristo a la iglesia, además de ser un amor sacrificial, es un amor santificador. ¿Qué queremos decir con esto? Efesios 5.26 y 27 dice: “para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” Cuando un marido ama a su mujer, la santidad de la mujer es su interés supremo. Nadie ama y desea envilecer a quien ama.
Cristo amó a la iglesia y por eso buscó santificarla. Cuando una persona es salvada por Cristo, queda limpia de todo pecado que ha cometido. Isaías 1:18 dice: “Venid luego, dice Dios, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” Cristo amó a la iglesia y ese amor procuró la santificación de la iglesia.
El esposo también debe procurar la santificación de su esposa. El marido debe sacar a su compañera del mundo y apartarla para sí. El matrimonio junta a dos personas y las aparta el uno para el otro y en ese sentido los santifica. Si un esposo verdaderamente ama a su esposa, hará todo lo posible para mantener su santidad, virtud y pureza. Nunca jamás hará algo que incite a su esposa a pecar. Qué triste es ver esposos que incitan a sus esposas a pecar. Ya sea por encubrir negocios sucios de ellos o por mentir para conseguir algún beneficio de cualquier índole.
Cuántas esposas no habrán llamado por teléfono a los jefes de sus esposos para justificar una ausencia de trabajo por enfermedad, a pesar que los esposos están bien de salud pero sin el deseo de ir a trabajar. Actos como estos envilecen a la esposa, pero el amor que debemos tener para con ellas es un amor santificador. La mejor manera de santificar a una esposa es por medio de la palabra de Dios. Maridos, nosotros somos responsables ante Dios por el crecimiento espiritual de nuestras esposas. Quizá Usted pensaba que los pastores, sacerdotes o ancianos de la iglesia son los responsables del crecimiento espiritual de nuestras esposas.
Bueno, en parte sí, pero el principal responsable del crecimiento espiritual de su esposa es usted. Pablo dice que Cristo santifica y purifica a la iglesia con el lavamiento del agua por la palabra. Si usted esposo es negligente en instruir a su esposa con la palabra de Dios, no piense que está santificando a su esposa y algún día tendrá que dar cuentas a Dios por ello. Como resultado del amor santificador de Cristo para con la iglesia, la iglesia llega a ser gloriosa, santa, sin mancha ni arruga.
Esta es la meta del amor santificador de un esposo para con su esposa. Los esposos nunca debemos hacer alguna cosa para que nuestras esposas queden manchadas o con arrugas en su santidad. En resumen, amiga, amigo oyente, hoy hemos visto que los esposos deben amar a sus esposas así como Cristo amó a la iglesia. ¿Cómo fue el amor de Cristo para con la iglesia? Pues fue un amor sacrificial. Cristo se entregó a sí mismo por la iglesia.
¿Está usted esposo, amando a su esposa con este amor sacrificial? En este día busque alguna manera de hacer aunque sea un pequeño sacrificio por ella. No sé... cualquier cosa. Como detenerse en el camino de regreso a casa luego de la jornada de trabajo para comprarle una rosa o los chocolates que a ella tanto le gustan. Lo importante es que Usted haga algo que le saque de su rutina diaria para beneficiar a su esposa. Ya verá como esta pequeña muestra de amor sacrificial produce grandes dividendos en la relación de pareja.
El amor de Cristo para con la iglesia también es un amor santificador. Usted que es esposo, ¿Está amando a su esposa con un amor santificador? Qué tal si este preciso día, usted busca en la palabra de Dios algún versículo que a usted le ha impactado de alguna manera y lo comparte con su esposa. Estoy seguro que ella se lo agradecerá y usted estará comenzando a demostrar esa faceta de santificación del amor de un esposo para con su esposa. Que Dios le guíe a poner en práctica estos consejos.
¿Está usted esposo, amando a su esposa con este amor sacrificial?
Usted que es esposo, ¿Está amando a su esposa con un amor santificador?
Gracias, Dios Padre Bueno, por el amor que nos tienes;
porque nos has creado a tu imagen y semejanza
en la condición de varón y mujer; para que, reconociéndonos
diferentes, busquemos complementarnos:
el varón como apoyo de la mujer y la mujer como apoyo del varón.
Te pedimos, Padre Bueno, por todos nosotros, varones o mujeres;
que nos sepamos comprender, valorar y ayudar mutuamente,
para que en la relación, amable y positiva,
colaboremos juntos al servicio de la familia y de la vida.
Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo
Amen