Alabado sea el Dios y Padre de mi Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación,
quien me consuela en todas mis tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios he recibido,
también yo pueda consolar a todos los que sufren. Amado Consolador, ¡gracias por amarme con
amor eterno! Tú me conoces y lo sabes todo de mí.
Hoy, derramo mi alma delante de tu presencia, Buen Pastor. Mi cuerpo está afectado por el cáncer… mira
la aflicción de mi corazón, Señor y ten misericordia de mí. Tú eres Dios de misericordia y bendición, clamo
que extiendas tu mano con poder hacia mi vida y me sanes. La Biblia dice que Jesús, fue varón de dolores,
hecho para el sufrimiento… fue traspasado por mis rebeliones, molido por mis iniquidades. Sobre él recayó el
precio de mi paz y gracias a sus heridas yo fui sanado. Él ya hizo provisión, ya es el Camino, para mi sanidad.
Gracias, Señor, por la medicina que está disponible para tratar el cáncer en mi cuerpo. Oro que el tratamiento que el
médico me recete me permita tener calidad de vida y no produzca efectos secundarios dañinos en mi cuerpo. Ayúdame
y dame fuerzas, Señor, para enfrentar los tratamientos de quimioterapia y/o radiación. Clamo que las células y tejidos que
estaban afectados por el cáncer, son restaurados y sanados por completo. Señor, oro en el nombre de Jesús que las
células anormales cancerosas no se reproducen ni crecen sin control; tampoco se desprenden ni se trasladan hacia otras
partes de mi cuerpo. El señorío de Jesús en mi vida me permite orar con autoridad en contra de la metástasis y reprenderla
en el poderoso nombre de Jesús.
Te pido, Señor, que sanes los daños en el ADN de mi organismo. Oro pidiéndote que cada célula afectada sea
reparada y no reproduzca el ADN dañado ni lo “recuerde” para no heredarlo a mis descendientes. Oro que la sangre
en mi cuerpo y los órganos que la producen (la médula ósea, el sistema linfático y el bazo) sean totalmente limpiados
de presencia de células cancerosas, en el nombre de Jesús.
Dios Todopoderoso, Creador, Dios bueno, no hay otro como tú. En medio de la tormenta, yo te alabo y reconozco tu
poder y soberanía. Eres el Dios que sostiene todas las cosas con tu Palabra poderosa. Así mismo, sostienes mi vida
y la de mi familia durante este tiempo de dificultad. Ten misericordia de nosotros, Señor, para que podamos alabarte
inamovibles, confiando en tu soberana voluntad.
Rindo a ti mis temores, Señor. Esta adversidad me ha dado una perspectiva diferente ante la vida y mis relaciones con otros.
Aunque siempre creyendo que tú obrarás en mi cuerpo trayendo restauración y sanidad, yo decido ponerme a cuentas con
las personas con las que he tenido roces, dificultades, problemas. Decido perdonar y así soltarme de los lazos que me retenían
en el círculo vicioso de la herida y el rencor. Bendigo sus vidas y oro que tú también los bendigas. Ayúdame a resolver todos los
asuntos que estén pendientes y a verdaderamente no angustiarme por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día
tiene ya sus problemas y yo decido confiar plenamente en el Señor.
Tú me amaste antes que yo te amara a ti, Señor. Desde siempre has tenido mi vida en tus manos y te has ocupado de cada
detalle de mí. Nunca he estado solo ni desamparado… ahora tampoco lo estoy. ¡Gracias por llenar mi corazón con la certeza
de que tú estás siempre conmigo! Aun si atravieso valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado; tu vara
de Pastor me reconforta y me da paz. Líbrame del temor, la ira, la cólera, la depresión… sana mi cuerpo y mi corazón por
completo. En su lugar, inúndame con paz, serenidad, longanimidad, gozo… fe. Que mi vida sea testimonio de tu fidelidad
y eterno amor, Señor. Obra en mí y recibe toda la gloria y la honra, precioso Jesucristo. Amén.
(2 Co. 1:3-4; Is. 51:12; He. 1:3; Mt. 6:34; Sal. 23:4)