Las Promesas Por
lo que se cuenta…, mi propia experiencia y sin dudas la tuya también,
cuando éramos niños, siempre se nos dijo: “si te portas bien o haces
esto o aquello, te voy a dar….., regalar….., permitir….., llevar…..,
etc., etc. Siempre teníamos una condición o tarea que cumplir, la
que hacíamos con gusto pues lo que se nos ofrecía a cambio, era de
nuestro completo agrado. Además, nuestros padres cumplían con lo que
prometían.
Existe una categoría de promesas que a todos, niños y
adultos, nos encanta recibir, o que se cumplan en nosotros – algunos
las exigimos – pero, sin querer hacer nada a cambio para obtenerlas. No
me refiero al horóscopo (Zodiaco) que día a día, ya sea en los
periódicos, estaciones de radios, televisión o Internet, podemos leer. Me
refiero a otras promesas que, lamentablemente, hemos degra
dado al nivel de un horóscopo. Estas se pueden leer en calendarios,
agendas y otros artículos que podemos comprar en librerías o en tiendas
(negocios) especializadas en artículos de regalo. Las compramos para
nosotros o para regalarlas; por ejemplo, a un amigo o amiga para sus
cumpleaños. Algunos no podemos vivir en paz, si no leemos una de esas promesas por la mañana cuando nos levantamos. Otros sostienen que solo basta pedirlas, con confianza, para recibirlas.
Estoy
seguro, que ya sabes de cuales promesas estoy hablando. ¡Exactamente!
Me estoy refiriendo a las promesas de nuestro Padre Dios, y que
encontramos abundantemente en La Biblia, desde Génesis a Apocalipsis. Existen
cristianos que nunca han leído la Biblia, pero se conocen las promesas
de memoria. Viven el día a día felices con las promesas que leen en el
calendario o que sacan de cajitas donde las tienen sorteadas por colores
o por temas. Si no se les cumple lo que decía la promesa, le r
eclaman a Dios o alguien les hace creer que ha sido por falta de
confianza (fe) en la proclamación (poder de la palabra) o, porque tal
vez el diablo se la “robó” o “metió su cola”. Este tipo de creyentes
son como el avecita “colibrí”, volando de promesa en promesa, a veces de
congregación en congregación, buscando la satisfacción para sus vidas.
¡Y vaya que hay ofertas para tales creyentes!
Qué pena por ellos. Nunca madurarán, ni como personas, ni en el conocimiento de Dios. Su
sentido de servicio será prácticamente nulo y por lo general terminan
frustrados y decepcionados. Arrastrando sus pecados e incluso
aumentándolos por desconocer, en forma voluntaria o involuntaria porque
nadie se lo ha enseñado, lo que realmente gatilla o provoca el desenlace
de las promesas de Dios para sus vidas.
El apóstol Pedro en su
segunda carta nos enseña que las promesas de Dios son exclusivamente
para los hijos de Dios, cuando éstos cumplen con ciertos requisit
os o condiciones. Dicho de otra manera, el nos enseña bajo qué
circunstancias un hijo de Dios podrá gozar de las promesas de su Padre.
“Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por
su propia gloria y potencia, nos ha concedido todas las cosas que
necesitamos para vivir como Dios manda. Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas
para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo
debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza
divina”. 2Pedro 1:3-4 (NVI)
Dios, en su inmenso amor, al
adoptarnos como sus hijos nos revela, en Su Palabra (Biblia), todo lo
necesario para que vivamos amándole (obedeciendo sus mandamientos),
honrándole y sirviéndole. Obedeciendo la voluntad de Dios en nuestras
vidas, vivimos como Dios manda. Así, (de esta forma o entonces) continúa
el Apóstol Pedro, Dios nos entrega sus preciosas y magníficas promesas.
El apóstol Pablo en su s
egunda carta a los Corintios escribe lo siguiente: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. (2Corintios 7:1) Para entender esto, tendrás que leer el contexto de los capítulos anteriores.
“No sean perezosos; más bien, imiten a quienes por su fe y paciencia heredan las promesas.” (Hebreos 6:12) El
autor de la carta a los Hebreos, escribe esto en el contexto de la fe
(confianza) en Dios y del amor a Dios (obediencia a sus
ordenanzas/voluntad).
Nuestro Señor Jesucristo nos dice lo siguiente: “Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con mayor razón Dios, su Padre que está en el cielo, dará buenas cosas a quienes se las pidan.” (Mateo 7:11) Pero,
hay condiciones. Esas, las encuentras leyendo todo el Sermón del Monte
(Mateo capítulos 5 al 7). Allí Jesús ex
pone los requisitos que él demandan de un discípulo suyo, para que éste
pueda pedir y tenga el derecho de recibir “la buenas cosas” (promesas)
de Dios Padre.
No exijamos ni esperemos recibir o gozar de las
promesas de Dios, si no estamos dispuestos a cumplir con los requisitos
que La Palabra de Dios (Biblia) nos demanda.
Cuando vivimos en el
Espíritu de Dios (en el deseo de Dios) y en el Espíritu de Jesús (en
obediencia cumpliendo la Voluntad – deseo – del Padre), El Padre cumple
lo que ha prometido.
Mi deseo es que esto sea un incentivo para
ti, para que conozcas y estudies lo que Dios en Su Palabra te dice y
luego lo pongas en práctica. Pues solo así, gozarás de una vida plena y abundante. Crecerás y madurarás en tu conocimiento de Dios.
¡Dios te bendiga! Juan Paulus
Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina www.iglesialatin
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