Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio. Eclesiastés 12:8, 13-14.
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Después de estas palabras desesperanzadoras del Eclesiastés, Jesucristo vino y se ofreció para reconciliarnos con Dios y darnos una esperanza. Todo cambia para los que reciben esta gracia divina. Su vida cobra sentido y la ponen al servicio del Dios vivo, con quien cultivan una relación real y feliz.
Pero, ¿cómo experimentar esto si dejamos de lado la Biblia, la cual nos revela el plan de Dios para nosotros? Es imprescindible aferrarse a su Palabra, pues ella nos presenta todas las enseñanzas que necesitamos. A partir de ahí podremos servir a Dios y él dará un sentido a nuestra vida. La Palabra de Dios crea, confirma y enriquece nuestra fe; al mismo tiempo despierta nuestra esperanza y nos hace capaces de amar.
Es muy peligroso crearse un dios según sus propias ideas. Empecemos por el principio, abriendo nuestras Biblias con un corazón humilde y sincero. De este modo, poco a poco comprenderemos los pensamientos de paz que Dios tiene para nosotros, su plan de amor y sus bendiciones reservadas a todos los que le aman.
La Biblia nos enseña cada día respecto a las incertidumbres de la vida, nos ofrece soluciones concretas cuando estamos desanimados, solos o con dudas. También nos enseña a conducirnos en la vida activa, en los períodos de prueba. Sí, la Biblia siempre responde a la circunstancia por la que estamos pasando.
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