Hola mis amados:
Reavivar significa volver a dar vida, por eso no dejemos que el fuego del Espíritu Santo se apague al no amar, no obedecer, no ser como Jesús en todo lo que hacemos, si hemos pecado y esto nos ha apartado de la presencia del Señor, vamos arrepentidos que Él nos lava con Su sangre y nos perdona todo pecado, para que siga ardiendo la llama en nuestro corazón.
REAVIVAR EL FUEGO.
Leer Juan 10.10
El Señor nos creó para vivir apasionadamente para El. De ese modo, disfrutamos de las bendiciones de una relación íntima con Dios. Pero hay otros beneficios también.
Por tanto, no solo por nuestro propio bien, sino también por el bien de los demás, debemos tener cuidado de no dejar que nuestro fervor a Dios se debilite. Afortunadamente, el Espíritu Santo que mora en nosotros inquieta a los creyentes que comienzan a dirigirse en la dirección equivocada. Si usted siente que este es su caso, puede dar varios pasos para volverse hacia Él.
Primero, evalúe su condición espiritual; pregúntele a Dios si su fuego se ha reducido. Segundo, reconozca cualquier distancia que se haya permitido poner entre usted y el Padre celestial, y arrepiéntase. Tercero, reenfoque su atención en Jesús; medite en la forma que El enseña a sus seguidores a vivir. Consagre tiempo regular a la Biblia, y pídale al Señor que le hable por medio de su Palabra. Ore utilizando palabras sencillas, clamando a Él con fervor, y buscando el rostro del Señor. Cuarto, confíe en que el Espíritu Santo le guiara a tener otra vez una relación íntima y apasionada con el Padre celestial. Por último, ame y sirva a Dios adorándole y ayudando a los demás.
Que es lo que ocupa su tiempo y su atención? Tienden sus pensamientos y su conversación a girar en torno a temas mundanos o a las cosas de Dios? Si su fuego por Cristo se ha reducido, tome las medidas necesarias para renovar su pasión. Vivir en estrecha relación con El, bien vale cualquier esfuerzo y disciplina
«SÍ»
Por el Hermano Pablo
Su mundo fue un mundo de silencio. Desde el vientre materno estuvo privada del oído. Nació sorda, y vivió sin poder tampoco aprender a hablar. Los sonidos para ella no existían. Desde muy pequeña su único lenguaje era el de los signos. Así Sandra Smith, de Sudáfrica, vivió sin oír y sin hablar.
Un día el amor llamó a su puerta. Sandra se enamoró de Kenneth Conrad, compañero de estudios en la universidad. Como soñaba con el día en que Kenneth le propondría matrimonio, mentalmente ensayó decir con la voz y con los labios: «Sí.» El día llegó. Kenneth, arrodillado, le preguntó por señas: «¿Quieres casarte conmigo?» Y Sandra, por primera vez en su vida al oído de otro, aunque no podía oírlo ella misma, pronunció un sonoro «sí».
Esta no es sólo una historia de romance. Es también una historia de tesón, de determinación, de esperanza, de fe. Es una historia del mágico poder que tiene el amor. Sandra, joven universitaria de veinte años de edad, sabía que era sordomuda. Pero se preparó mentalmente para el día en que pronunciaría, cuando menos, una sola palabra. Y cuando el hombre de sus sueños le propuso matrimonio, rompió el silencio de veinte años y habló para decir: «Sí».
Decir «sí» o «no» puede cambiar el destino completo de una persona. Si un joven le dice «no» a la primera invitación que se le hace a probar cocaína, y sigue diciendo firmemente «no» a toda otra invitación posterior, se librará del funesto vicio.
Si una adolescente aprende a decir «no» a cualquier requerimiento malsano que le hace el joven, se librará de la pérdida de la pureza y del embarazo fuera del matrimonio. El «sí» y el «no» pueden tener enormes repercusiones. El poder de un «no» puede salvarle la vida.
Hay otro «sí» y otro «no» que tienen consecuencias eternas. Son el «sí» o el «no» con que respondemos a la invitación divina. La invitación es esta: «Dame, hijo mío, tu corazón y no pierdas de vista mis caminos» (Proverbios 23:26). Responder con un «no» es negarnos eternamente la paz que Dios nos quiere dar. En cambio, responder con un «sí» es encontrar la razón de nuestra existencia, es encontrar la verdadera felicidad, es encontrar a Dios. Respondamos con un «sí» a la invitación divina. Es nuestra única salvación.
Que interesante, ver que un simple sí o no pueden hacer muchas cosas, diferenciar entre lo bueno y lo malo y de nosotros depende como vivir, pero además que recibamos el regalo que es Jesús para el pecador, al abrirle las puertas del corazón para que venga a reinar y ser el Señor de nuestras vidas, El no obliga a nadie, solo espera que le digamos si y nuestras vidas serán cambiadas para que vivamos para agradarle, que tu si sea si y tú no, no.
Los amo y bendigo en Jesucristo.
MAGNOLIA
MÉTELA EN TU CORAZÓN
Según un predicador escocés, guardar la palabra en el corazón es meter una cosa buena en un buen lugar para un buen fin. Muchos tienen la Biblia en la cabeza, o en el bolsillo. Lo que necesitan es tenerla en el corazón. -D.L. Moody-
"En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti"
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