Si
todos nosotros, antes de tomar una decisión, de emitir un juicio, de
hacer una promesa, nos tomáramos unos minutos para meditar acerca de lo
que vamos a hacer, seguramente las cosas marcharían mejor. Porque
cuando prometemos algo, es necesario tener la certeza de que vamos a
poder cumplir.
Cuando opinemos sobre alguna cosa, que nuestra
opinión refleje algo acerca de lo cual estemos convencidos. Recordemos
que nuestras opiniones, un poco, nos reflejan a nosotros. Y cuando
tomemos una decisión, que la misma sea lo más acertada posible y que
nunca lastime a los demás.
La gente valora las personas
estables, con carácter parejo, y con patrones de conducta definidos, y
se desconcierta ante quien hoy los acaricia y mañana los golpea.
Pero
creo que las relaciones humanas serían mucho más armoniosas si todos
respetáramos la siguiente premisa: No actuar frente a los demás como no
nos gustaría que actuaran con nosotros mismos.
Si antes de
expresarnos, de una u otra forma, ante los demás, nos pusiéramos en el
lugar del otro y evaluáramos cómo nos sentiríamos si fuéramos los verdaderos receptores, con toda seguridad no existirían los insultos, las palabras hirientes, los gestos despectivos...
¿Por qué no ponemos en práctica esos cinco minutos de reflexión?...
Dale... animate a ser mejor....
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