Ser humildes, reconociendo nuestra realidad de lo que somos y valemos
ante Dios, sin querer aparentar lo que no valemos.
Su sinceridad al tratar con la Virgen y al referir el mensaje mariano
al Obispo Zumárraga y más aprender el respeto grande con que se
expresa con los dos.
Su Obediencia a lo que la Virgen María le manda y lo admirar que lo
hace prontamente, a pesar de que tuvo muchas dificultades y
oposiciones terribles.
Su ansia por ir a la Iglesia de Tlaltelolco y aprender de los
ministros de Dios la enseñanza del Evangelio.
Su renuncia generosa en entregar su tilma al Obispo en la que estaba
retratada la imagen de la Virgen María y dejarla como regalo a todos
los Mexicanos.
Su constancia en ir y volver a ir y la paciencia en esperar y tener
calma ante los rechazos humillantes de los clérigos del Obispo que no
le querían creer y hasta se burlaban de él.
Su espíritu contemplativo que da tiempo a ver y estar atento a todo lo
que la Virgén le va revelando en las visiones maravillosas que tiene
el el cerrito del Tepeyac.
Su amor filial a su tío Bernardino que está enfermo gravemente y deja
todo para atenderlo y correr a buscar al sacerdote para que lo ayude a
bien morir.