Como he sido creado a la imagen y semejanza de Dios, mi esencia es divina. Al orar, afirmo mi naturaleza más elevada e invito a la claridad para que me muestre cómo expresar esa naturaleza en mis pensamientos, palabras y acciones.
En el silencio, sosiego mi mente y mi corazón. Tomo conciencia de mi alma y de la tierna presencia de Dios. Esta presencia está conmigo siempre. Descanso en ella en un rato de meditación.
Continúo mi práctica espiritual al regresar mi conciencia a las actividades del día. Permanezco atento al momento presente. A tono con mi naturaleza divina, hago resplandecer la presencia de Dios en el mundo.
Somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo.—Romanos 8:16-17
Respeto mi hogar —este planeta lleno de vida, maravilla y belleza. Demuestro mi respeto al cuidar el área en la cual vivo, y apoyar causas que protejan y conserven la vida. También me esfuerzo por dejar la huella ecológica más pequeña que pueda. Contribuyo a la salud del planeta antes de que mi viaje físico culmine.
La abundancia y bondad de la Tierra me bendicen con alimento, agua, abrigo e inspiración. Las maravillas naturales, desde el retoño más pequeño hasta la montaña más grande, me conmueven y derramo lágrimas de gozo y gratitud por la creación de Dios. Soy bendecido por mi planeta, y cada día lo honro y lo trato como la tierra santa que es.
Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, … Y vio Dios que era bueno.—Génesis 1:12
El dominio sobre mí mismo y sobre mi vida, ¿cómo lo logro? ¿Siento que mi autocontrol es débil o que mis hábitos me limitan? El dominio o autocontrol comienza con la manera cómo pienso y me siento. Quizás crea que no puedo cambiar mis reacciones o que estoy a merced de algún hábito que no contribuye a mi bienestar. Mas la verdad es que puedo tener dominio sobre mi comportamiento. Puedo hacer uso de mi libertad. Paso a paso, pensamiento a pensamiento, cambio mi manera de pensar, sentir y responder.
Soy un ser espiritual y libre que no está limitado por pensamientos ni sentimientos. Me aprecio y aprecio mi vida bajo una nueva perspectiva, y declaro mi dominio.
Ahora hagamos al hombre a nuestra imagen. Él tendrá poder.—Génesis 1:26