La vida está llena de momentos gozosos, significativos y desafiantes. Me consuela saber que la presencia de Dios está conmigo como una luz guiadora y un poder fortalecedor todo el tiempo. El Salmo 23 es un recordatorio hermoso de que el Espíritu es mi consuelo y mi fortaleza.
Cuando leo las palabras: “Jehová es mi pastor, nada me faltará”, siento la seguridad de Su guarda. Sé que Dios —mi guía y mi consuelo— está conmigo en momentos de felicidad y de reto. “Junto a aguas de reposo me pastoreará”; en un lugar donde puedo descansar y sentir el fluir divino, allí, Dios “confortará mi alma”.
Recibo la seguridad de que la paz existe aun en medio de un reto, porque cuento con el consuelo divino siempre.
Siento agradecimiento por pertenecer a mi comunidad. Al asistir a eventos en la iglesia, juegos deportivos o campañas para recaudar fondos, me conecto con otros. Mas la verdadera comunidad no depende de compartir actividades ni creencias. Mi vínculo con los demás es innato y dado por Dios.
Al orar, recuerdo mi filiación con todas las personas. En el Silencio, amplío mi sentido de comunidad. Cuando me uno a otros para orar —ya sea por causas locales o globales o sencillamente por las necesidades de quienes sufren— avivo mi conexión divina y el poder de la oración se magnifica. Mi corazón rebosa de amor por los demás, el cual proviene de Dios. El vínculo que comparto con toda la humanidad me brinda gran gozo.
Deben amarse unos a otros con corazón puro y con todas sus fuerzas.—1 Pedro 1:22
Hoy me comunico compasivamente. Presto atención cuando otros me hablan y me expreso con honestidad y bondad. Cuando alguien comparte conmigo una necesidad, estoy atento a sus palabras y me aseguro de entender. Antes de hablar, pienso: ¿Son mis palabras verdaderas, amables y necesarias? Luego, comunico amablemente lo que sé que es verdad.
Al compartir mis puntos de vista acerca de un tema, respeto la opinión de los demás. En vez de desear tener la razón, mi intención es compartir información y profundizar mis relaciones personales. Al hablar partiendo de mi corazón, disfruto de relaciones personales saludables y edificantes.
No digan malas palabras, sino sólo palabras buenas que edifiquen la comunidad y traigan beneficios a quienes las escuchen.—Efesios 4:29