Como adulto, he dejado de crecer físicamente; sin embargo, tengo muchas oportunidades para crecer emocional y espiritualmente. Estar dispuesto a considerar nuevas ideas es la clave para mi crecimiento. Una planta crece bajo las condiciones y el sustento apropiados. De manera similar, crezco cuando nutro mi mente y espíritu.
Oro y medito con regularidad. Leo libros y artículos edificantes. Tomo parte en clases y talleres que me ayuden a expandir mi comprensión espiritual. Tengo presente los hallazgos afortunados y hermosos en mi vida. Aprendo a observar mis sentimientos y pensamientos, mis acciones, reacciones y respuestas. Amplío mi conciencia de lo que está a mi alrededor y en mí. ¡Sé que Dios está en todo!
El niño crecía y se fortalecía, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios era sobre él.—Lucas 2:40
Tal vez olvide dar gracias por uno de mis mayores regalos: la libertad. Soy libre para creer en lo que desee y para adorar a Dios donde desee. Soy libre para viajar y expresarme. Más importante aún, soy libre para elegir mis reacciones.
En el Silencio, dejo ir el temor, las preocupaciones y el dolor. Libero cualquier opinión o punto de vista negativo acerca de mí y reclamo mi potencial divino.
Mi corazón se expande con gratitud al vincularme con esa parte de mí que no conoce límites —mi ser espiritual. Afirmo: Soy libre para elegir mis pensamientos y respuestas y alinear mis sueños con el mayor bien. Me regocijo en la presencia del Espíritu libre en mí y reclamo mi potencial infinito.
Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán verdaderamente libres.—Juan 8:36
Hoy tomo tiempo para aquietarme y permitir que Dios responda a las inquietudes de mi corazón. Dejo ir cualquier búsqueda ansiosa, no fuerzo soluciones y permanezco receptivo al Espíritu.
Descanso y enfoco mi atención en el fluir rítmico de mi respiración. La charla en mi mente cesa y me conecto con Dios. Al dejar ir toda preocupación, avivo la fortaleza de mi fe. Respiro profundamente y entro a la capilla de mi corazón. Allí encuentro quietud y descanso en el Silencio.
El amor de Dios me llena de paz y satisfacción. Sé que todas mis necesidades son satisfechas y me siento completo. En la quietud, me siento profundamente satisfecho.
Él, levantándose, reprendió al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Entonces cesó el viento y sobrevino una gran calma.—Marcos 4:39
Confío en la actividad de Dios en mí que hace latir mi corazón, guía mis pensamientos y atrae mi bien. Así como el sol sale y se pone cada día, el Espíritu Santo es una fuerza de vida constante. Esta fuerza anima mi cuerpo, da energía a mi aliento y vigor a mi espíritu.
La actividad de Dios está presente en mis ideas y pensamientos creativos. La sabiduría de mi Creador me ilumina. Su fortaleza me da poder y Su amor llena mi corazón. Al orar y escuchar, soy sustentado espiritualmente. Me mantengo alineado con el Espíritu Santo pasando tiempo cada día en el Silencio. Al hacerlo, recibo todo lo que necesito para vivir plenamente y con propósito.
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.—Romanos 5:5