Las ideas divinas fluyen en y a través de mi mente abierta y sosegada.
Vivimos en un universo ilimitado con el potencial para ideas ilimitadas. Sin embargo, ¿cómo puedo tener acceso al vasto reino de las ideas? Lo hago sustentando un estado mental pausado y listo para recibir. Existe una variedad de herramientas que me ayudan a prepararme mentalmente. Puedo oír música o meditar. Lo importante es el resultado final: un estado sosegado que me ayuda a reemplazar cualquier pensamiento limitante con una expectativa llena de fe. Entonces, mi mente se convierte en un campo fértil para que las ideas divinas puedan crecer y florecer.
¿Cómo sé si una idea ha sido inspirada divinamente? Cuando descubro que mi fortaleza mental y mi fe han eliminado todos los “no puedo” de mi conciencia.
¡De la peña hizo brotar corrientes, y las aguas fluyeron como ríos!—Salmo 78:16
La fe conlleva tener el valor para dejar ir y creer en un Poder mayor. Al tener fe, aunque sea del tamaño de un grano de mostaza, nada nos sería imposible. Jesús dijo: “A este monte le dirían ‘¡Quítate de ahí y échate en el mar!’ y así se haría”.
Mi fe está en Dios. Mas ¿están mis acciones en armonía con mi fe? Lo están cuando sigo el ejemplo de Jesús y permito que Dios guíe mis pasos. Así que oro por comprensión y guía, y para profundizar mi fe. Mi confianza en Dios le permite obrar en mi vida.
¿Necesito curación? ¿Una relación personal amorosa? ¿Comprensión? Mi fe echa fuera el temor y la negatividad. Al orar hago a un lado la duda. ¡Vivo cada día al máximo!
Pero Jesús se volvió a mirarla y le dijo: “Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado”. Y a partir de ese momento la mujer quedó sana.—Mateo 9:22
Soy un ser físico, espiritual y social. En mí existen cientos de partes que forman un todo. Mi esqueleto me sostiene. Mi corazón circula la sangre que ha sido oxigenada por mis pulmones. Mi cerebro vigila diferentes procesos. Cada parte de mi cuerpo tiene una función y un propósito específicos. Soy la suma de estas partes y éstas me permiten pensar, respirar, moverme y sentir.
La energía divina fluye por medio de mí, proveyéndome vitalidad. Sólo existe un ser como yo, soy una creación magnífica de Dios. Doy gracias por mi cuerpo y la manera sorprendente cómo trabaja sin que yo esté consciente de ello. Alabo mi cuerpo por su fortaleza, y doy gracias a Dios por haberme creado.
Te alabo porque tus obras son formidables, porque todo lo que haces es maravilloso. ¡De esto estoy plenamente convencido!—Salmo 139:14
Soy transformado gracias a la presencia crística en mí.
Hoy es Domingo de Pascua —un día para celebrar el espíritu, el alma y el cuerpo que resucitan como una conciencia crística de vida y salud. La Pascua de Resurrección ofrece a la humanidad los regalos de la esperanza y la renovación. Gracias a la presencia crística en mí, trasciendo pensamientos y hábitos limitantes. Permito que la presencia sanadora del Espíritu me restaure y me renueve en todo sentido.
Cada día soy creado de nuevo. Este sentido de renovación me ayuda a vivir partiendo de mi ser divino. Desisto de las creencias negativas que pueda haber adoptado en el pasado. Dejo atrás la oscuridad, la duda y las creencias falsas para entrar en la luz de la comprensión. ¡Soy radiante y estoy plenamente vivo! ¡Soy transformado gracias a la presencia crística en mí!