Hola mis amados:
La vida hoy en dia se vive de una manera rápida, afanosa, sin tiempo muchas veces para la familia, para nosotros mismos porque estamos centrados en el trabajo o planes que nos hemos trazado, nos olvidamos del dialogo, del interés por las otras personas, de ayudar, de ser diligentes y serviciales en lo que podamos para aliviar las cargas de otros, que esto no nos afecte para manifestar mas de lo que necesitan las personas, sobre todo el amor, compañía y atención.
LOS HIJOS DEL REY
Había una vez hace mucho tiempo una aldea en un país muy lejano. En esta aldea vivían cinco huérfanos. Ellos como una solitaria familia de niños huérfanos, se habían unido para resguardarse contra el frío. Un día un Rey se enteró del infortunio de los niños y decidió adoptarlos. Decretó que él sería el padre de ellos y planeó ir a buscarlos. Toda la gente del país pensó que era raro que el Rey adoptara a esos niños. Él ya tenía bastante gente que cuidar. ¿Por qué los quiere el Rey?, se preguntaba la gente. Pero el Rey tenía sus razones. Cuando los niños supieron que tendrían un Padre nuevo, y que éste vendría a visitarlos, se pusieron muy contentos y felices. Cuando la gente de la aldea supo que los niños tendrían un nuevo Padre, y que su Padre sería nada menos que 'El Rey', y que éste vendría a la aldea, también se entusiasmaron mucho y fueron a ver a los niños para decirles lo que debían hacer: - Ustedes tienen que impresionar a El Rey -les decían-. Solamente los que tienen grandes regalos que dar, tendrán permiso para vivir en el castillo. La gente no conocía a El Rey. Ellos suponían que todos los reyes querían que los impresionaran. Así que los niños trabajaron por mucho tiempo y muy fuerte en la preparación de sus ofrendas. Un niño, que sabía tallar, decidió darle a El Rey una maravillosa obra de arte en madera. Asentó su cuchillo contra la suave corteza del olmo y talló. Los bloquecitos de madera cobraron vida con los ojos de un gorrión o la nariz de un unicornio. Su hermana decidió regalarle a El Rey una pintura que capturara la belleza de los cielos, (una pintura digna de ser colgada en su castillo). Otra hermana eligió la música como manera de impresionar a El Rey. Ella practicó durante largas horas con su voz y su mandolina. La gente de esa aldea se paraba ante su ventana y escuchaba a medida que su música cobraba alas y se remontaba alto. Había otro niño decidido a impresionar a El Rey con su sabiduría. Tarde en la noche lo hallaban con su vela encendida y sus libros abiertos; geografía, matemáticas, química, etc.. La amplitud de su estudio era equiparada solamente por la profundidad de su deseo. Seguramente que un sabio como El Rey apreciaría todo su duro trabajo. Pero había una niñita que no tenía nada que ofrecer. Su mano era torpe con el cuchillo, sus dedos tiesos con el cepillo. Abría su boca para cantar, pero el sonido era áspero. Era demasiado torpe para leer. No tenía talento, y no tenía regalo que dar. Todo lo que tenía para ofrecer era su corazón, pues su corazón era bueno. Ella se pasaba el tiempo en las puertas de la ciudad mirando a la gente ir y venir. Ganaba algunos centavos cepillando sus caballos o alimentando sus animales. Ella era una niña de establo, (una niña de establo sin establo), pero tenía un corazón bueno. Ella conocía a los mendigos por su nombre de pila, se tomaba tiempo para acariciar a cada perro, le daba la bienvenida a los viajeros y saludaba a los extranjeros. - ¿Cómo fue el viaje? -preguntaba ella-. - ¿Cuénteme qué aprendió en su visita?. - ¿Cómo está su esposo? - ¿Le gusta su nuevo trabajo? Ella hacía muchas preguntas porque su corazón era grande y se interesaba por la gente. Pero como no tenía talento ni regalo, se puso nerviosa pues El Rey podría enojarse. Los aldeanos le decían que El Rey esperaría un presente y que ella debía decidirse a hacer uno. Así que tomó un cuchillo y fue donde su hermano, el tallador. - ¿Me puedes enseñar a tallar? -preguntó-. - Lo siento -respondió el joven artesano sin levantar la vista-. Tengo mucho que hacer. No tengo tiempo para ti. Tú sabes que El Rey viene. La niña guardó el cuchillo, tomó un pincel y fue donde su hermana, la artista. La halló en una colina, pintando una puesta de sol en un lienzo. - Pintas muy bien, -le dijo la niña-, que no tenía regalo sino un gran corazón. - Lo sé, -respondió la pintora-. - ¿Podrías compartir conmigo tu don? - Ahora no, -respondió la hermana con los ojos fijos en su paleta de colores-. Tú sabes que El Rey viene. La niña sin regalo recordó entonces a su otra hermana, la que cantaba. -Ella me ayudará, dijo-. Pero cuando llegó a la casa de su hermana, encontró una muchedumbre a la espera de escuchar a su hermana cantando. - Hermana, -llamó-, hermana, vine a oír y aprender. Pero su hermana no pudo oír. El ruido de los aplausos era demasiado fuerte. Con el corazón apesadumbrado, la niña se dio vuelta y se marchó. Entonces se acordó de su otro hermano. Tomó un libro con palabras pequeñas y letras grandes y fue a verlo. - No tengo nada qué ofrecerle a El Rey, -dijo-. ¿Podrías enseñarme a leer para que pueda mostrarle mi sabiduría? El futuro joven sabio no habló. Estaba perdido en sus pensamientos. La niña sin don volvió a decir: - ¿Puedes ayudarme?, no tengo talento. - Vete, -dijo el estudioso-, apenas sacando sus ojos del texto. ¿No ves que me estoy preparando para la llegada de El Rey? Y así, la niña se fue apenada. No tenía nada que dar. Volvió a su lugar en las puertas de la ciudad y reanudó su tarea de cuidar a los animales de la gente. Luego de unos días, llegó al pueblito un hombre vestido como comerciante y le preguntó a la niña:. - ¿Puedes alimentar a mi burro? La huérfana se puso de pie de un salto y miró a la cara tostada de ese que había viajado tan lejos. Su piel era correosa por el sol y sus ojos eran profundos. Una cálida sonrisa desde debajo de la barba, entibió a la niña. - Puedo, -respondió la niña y llevó, anhelosa, al animal al comedero. Déjemelo. Cuando usted regrese, estará limpio y alimentado. - Dígame, -preguntó ella mientras el burro bebía-. ¿Usted vino para quedarse? - Sólo por un tiempo. - ¿Está cansado de su viaje? - Así es. - ¿Desea sentarse y descansar?. -La niña indicó por señas un banco que estaba cerca del muro-. El hombre alto de piel oscura se sentó en el banco, se apoyó contra el muro, cerró los ojos y se durmió. Después de unas horas, abrió los ojos y se encontró a la niña, sentada a sus píes, mirándole la cara. Ella se avergonzó de que él la hubiera sorprendido mirándolo fijo, y se dio vuelta. - ¿Has estado sentada aquí por mucho tiempo? - Sí - ¿Qué buscas? - Nada. Usted parece ser un hombre bueno de corazón. Es bueno estar cerca de usted. El hombre sonrió y tocó su barba. - Eres una niña sabia -dijo-. Cuando vuelva, conversaremos más. El hombre volvió bastante pronto y la niña le preguntó: - ¿Halló a quienes buscaba? - Los encontré, pero estaban demasiado ocupados para mí. - ¿Qué quiere decir? Aquellos a quienes vine a buscar estaban demasiado ocupados para verme. Uno estaba en una carpintería, apurado por terminar un proyecto. Me dijo que volviera mañana. Otra era una artista. La vi. sentada en la ladera de una colina, pero la gente de abajo dijo que ella no quería que la distrajeran. La otra era músico. Me senté con los demás y escuché su música. Cuando pedí hablar con ella dijo que no tenía tiempo. El otro que buscaba, se había ido. Se fue a la ciudad para ir a la escuela. Los ojos de la niña se ensancharon: - Pero usted no parece Rey, -boqueó-. - Trato de no parecerlo, -explicó Él-. Ser Rey puede ser algo solitario. La gente actúa de manera extraña a mi alrededor. Me piden favores. Tratan de impresionarme. Me presentan todas sus quejas. - Pero ¿no es para eso un Rey? -preguntó la niña-. - Cierto, -respondió El Rey-, pero hay ocasiones en que solamente quiero estar con la gente. Hay veces que quiero hablar con ellos, saber cómo fue su día, reír un poco, llorar otro poco. Hay veces que solamente quiero ser el padre de ellos. - ¿Por eso adoptó a los niños? - Por eso. A los niños les gusta hablar. Los adultos piensan que tienen que impresionarme; los niños, no. Ellos solamente quieren conversar conmigo. - Pero ¿mis hermanos y mis hermanas estaban demasiados ocupados? - Lo estaban. Pero yo volveré, quizás tengan más tiempo otro día. ¿Te gustaría ir en mi burro hasta el castillo? Y así fue como los niños con muchos talentos, pero sin tiempo se perdieron la visita del Rey, mientras que la niña cuyo único talento era su tiempo para conversar, llegó a ser su hija.
ORACIÓN DE UN HOMBRE A SU PADRE CELESTIAL
Gracias Padre por cada día de luz, de aire, de agua y tierra. Gracias Padre por permitirme hacer feliz a mi familia, a mi esposa y a nuestros hijos. Gracias Padre por la abundancia con que bendices mi hogar, y por cada uno de los días de vida. Me asusta la gran responsabilidad de la educación de mis hijos, por eso Padre te pido: Dame la fuerza necesaria para perseverar con el ejemplo. Dame la sabiduría y la humildad para aprender de ellos. Dame la fortaleza para luchar por ellos, la alegría para compartir con ellos, y la sabiduría para educarlos. Gracias Padre porque me escuchas, porque siempre me has escuchado, y has respondido a mis oraciones. La muestra de mi gratitud hacia Ti es amarte cada día más, y sobre todo servirte, y ser de ayuda para tu obra en este mundo. Que mi amor por Ti, sea el que presida la fidelidad que debo vivir cada día de mi vida para preservar siempre, la unión y felicidad de mi hogar, bendecido por Ti. Amén
En este mes que se celebra el dia del padre es bonito pensar que si somos agradecidos con el Padre Celestial que nos da mas de lo que necesitamos, que recibimos de El Su inmenso amor, cuidado y protección son razones mas que suficientes para que cada dia elevemos oraciones de este tipo, porque sin Su ayuda nada podríamos hacer, por tanto seamos agradecidos por tenerle cerca y recibir todo lo que nos da en abundancia.
Los amo y bendigo en Jesucristo.
MAGNOLIA
MÉTELA EN TU CORAZÓN
Según un predicador escocés, guardar la palabra en el corazón es meter una cosa buena en un buen lugar para un buen fin. Muchos tienen la Biblia en la cabeza, o en el bolsillo. Lo que necesitan es tenerla en el corazón. -D.L. Moody-
"En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti"
Salmo 119:11
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