Las personas somos un regalo del Padre. Algunas están magnificamente empaquetadas; desde el primer vistazo son atrayentes.
Otras están envueltas con papel muy ordinario. Algunas han sido estropeadas por el correo. A veces, es posible que tengan una distribución especial. Algunas son un regalo mal empaquetado. Otras han sido cuidadosamente envueltas.
Pero el paquete, no es el regalo. A veces, el regalo es díficil de abrir, hay que buscar ayuda. ¿Quizás porque da miedo? ¿Quizás porque hace daño? ¿Quizás porque ha sido abierto y menospreciado…? Yo soy un regalo.
Y, en primer lugar, un regalo para mí mismo. El padre me ha dado a mí mismo. ¿He mirado bien el interior de mi paquete? ¿Tengo miedo de hacerlo? Quizás no he aceptado nunca el regalo que soy. Es posible que, dentro del paquete, haya alguna cosa distinta de la que imagino.
Quizás no he descubierto nunca el regalo maravilloso que soy yo.
Soy un regalo del Padre, en primer lugar, un regalo para mí mismo. Y, después, también un regalo para los otros