La paz mundial comienza con personas apacibles. Emerge de quienes encuentran maneras no violentas de resolver discusiones, de quienes respetan a los demás, honran diferencias y saben que Dios mora en toda persona. La energía de la paz aumenta con cada persona afable —tal como una brisa suave que despierta el amor en todos a quienes toca.
La esencia crística moradora es mi fuente de calma interna y la semilla de paz en el mundo. Me conecto con ella sosegando mi mente y abriendo mi corazón. Al sentir la presencia amorosa del Espíritu, estoy en paz. Imagino que esta energía armoniosa irradia hacia el mundo y lleva mi oración de paz a los corazones de todas las personas.
Por lo tanto, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.—Romanos 14:19
Puede que a veces no tenga claro mi propósito en la vida. Quizás me sienta confundido, estancado o perdido. Si esto sucede, acudo a mi interior y presto atención al Espíritu. Dejo ir cualquier preocupación acerca del futuro y confío en el silbo apacible y delicado en mi corazón. Pido guía acerca del próximo paso y tomo acción.
Un bebé que apenas está aprendiendo a pararse no sabe que también está fortaleciendo sus habilidades para caminar, correr y bailar. Tal como el niño, puede que yo no sepa que los pasos que estoy dando hoy sientan las bases para mi jornada futura. Tengo fe en que Dios guía mis decisiones y acciones. Al escuchar y seguir mi guía interna, sé que estoy en el camino correcto.
Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino.—Salmo 119:105
Al orar por otros, centro mi atención en la conciencia de Dios en mí. Recuerdo que la Presencia divina también está en aquellos por quienes oro. Afirmo mi fe en el poder de la oración y doy gracias por la actividad del Espíritu en toda situación.
Si me siento tentado a preocuparme, alineo de nuevo mis palabras, emociones y acciones, ya que éstas son parte de mi oración. Cuando oro por la curación de un ser querido, lo visualizo sano y perfecto. Si oro por un amigo que busca empleo, lo imagino trabajando con satisfacción. Al orar por las personas del mundo, veo que la luz, la vida y el amor divinos están activos en sus vidas.
Lleno de fe y centrado en la gratitud, vivo en oración por otros.
Manténganse constantes en la oración, siempre alerta y dando gracias a Dios.—Colosenses 4:2