Quiéreme como si hoy fuera mi muerte, con desesperación ilimitada. Yo lo haré como si hoy fuera a perderte en un anochecer sin alborada.
Brevería Nº 142
Ahora
Desafiante vivo, de espaldas a la muerte, como si nunca hubiera de percibir su aliento, o el tenebroso caos de su danza macabra con trajín de guadañas y crujido de huesos.
No por pensar en ella retardará su paso; sé que vendrá en la noche dormida del cerebro, tanto más imprevista cuanto más meditada, y nunca exactamente completado el sendero.
No es remate de nada, ni ofrece desenlaces, nunca es la última página del libro que leemos, del libro que escribimos; interrumpe la historia antes de que pongamos punto final al texto.
¿Quién, al morir, pudiera pensar haber llegado al borde de sus ansias, al fin de su trayecto? Se nos derrumba el puente, se nos tala el naranjo, se nos corta el camino, se nos deja incompletos.
Por eso cuanto haría mañana, lo hago ahora, la palabra efusiva, el incitante gesto, y aporto el arrebato que reprimí otros días a la agresión benigna de cada nuevo beso.
Que el mañana se ocupe del quehacer de mañana, que tal vez nunca pase de utópico bosquejo; no hay más vida en nosotros que el latido presente fluyendo irremediable como agua entre los dedos.
No sabría decirte si te amaré a la aurora, pues quizá no amanezca; pero en este momento te brindo el alborozo de cada primavera como si fuera el término de mi postrer invierno.