Cuando de mí te alejas te vas como el suspiro que nos vacía el alma. Se me impone la urgencia de arrancar el cuchillo que nadie me ha clavado, o que tal vez el tiempo súbitamente fuerza en los pliegues del alma, rasgándome la carne, que, perdido tu tacto, se me queda indefensa. Es como si la mano que era mi contrafuerte se quebrara de pronto, cuando de mí te alejas. Te vas por un camino que no sé si algún día descubriré en tu busca. Bajas por una acequia que si la sed me empuja con sus puños de esparto, no alcanzaré sus aguas, quedándoseme seca. Vuelas bajo unas nubes nómadas, imprecisas, que no serán mañana, ni dejarán sus huellas. Sólo tú, que lo inicias, sabes a dónde partes, la razón que te impulsa, y el momento en que llegas. Pero ¿sabes acaso si proyectas regreso, o es algo que, elusiva, todavía no piensas? Ay, que te elaboraste costumbre irrepetible, y he de inventarme el bloque de vida que me queda.