Los jardines prosperan cuando quitamos las malas hierbas y hacemos espacio para que las flores y los vegetales crezcan. Lo mismo es cierto respecto a mí: cuando arranco las “malas hierbas” de la negatividad y la preocupación, aclaro el camino para que mis bendiciones surjan.
Dejo ir. ¿Estoy aferrado a aquello que no beneficia mi vida? De ser así, determino dejar ir todo pensamiento o hábito negativo para permitir que Dios llene mi mente con la maravilla y la visión de las posibilidades ante mí.
Dejo que Dios actúe. Dejar ir el pasado abre el camino para que un nuevo gozo llene mi vida. Al soltar lo que ya no es importante, hago espacio para mayores bendiciones. ¡Dejo ir y permito que Dios sea Dios en mi vida, hoy y siempre!
La semilla sembrada en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y da fruto.—Mateo 13:23
Reconozco la esencia crística en mí y en los demás.
Estas palabras escritas por Richard y Mary-Alice Jafolla me recuerdan que comparto un vínculo divino con toda persona: “Existe un nivel en cada alma humana que no conoce conflicto, competencia ni ofensa, un nivel que sólo conoce paz, armonía y amor. De hecho, es en sí paz, armonía y amor, porque es nuestra esencia crística”.
Si se me hace difícil ver la conexión que comparto con los demás, determino mejorar la situación elevando mi conciencia. Disipo cualquier reacción negativa recordando el Cristo en mí y reconociéndolo en los demás. Más allá de la fachada externa de sentimientos heridos, temores y aprehensión se encuentra nuestra identidad crística. Verla en los demás hace que ellos también la aprecien en sí mismos.
Ciertamente de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.—Juan 1:16