El mundo ofrece imágenes cambiantes de fama y fortuna. Mas mi base es la naturaleza eterna del Espíritu en mí. Aunque las condiciones a mi alrededor varíen entre caóticas y emocionantes, yo mantengo mi atención enfocada en la sabiduría, el amor y la paz de Dios. La fe es la base de mi vida.
En vez de ser influenciado por condiciones externas, afirmo en silencio: Yo soy sabiduría; yo soy amor; yo soy paz. Esta confianza es mucho más que actuar de manera sabia, amorosa o pacífica sólo en un momento dado.
Soy la esencia misma de Dios y alineo mi pensamiento con esta realidad. Sobre la base firme de la Verdad, miro hacia el futuro con visión espiritual, sabiendo que mi fe me apoya a lo largo del camino.
Y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía su base sobre la roca.—Mateo 7:25
Cuando perdono a otra persona, me convierto en el amor de Dios en acción.
Una de las maneras más poderosas de demostrar el amor de Dios es mediante el perdón. Cuando perdono a otra persona, me convierto en el amor de Dios en acción. Aferrarme al resentimiento agota mi energía, así que no lo hago ni siquiera por un instante. Perdono rápida y diariamente. Lo interesante es que mientras más dispuesto esté a perdonar, menos necesito hacerlo. Veo a los demás en la luz de la aceptación y comprensión.
Sé que han existido momentos en los que he cometido errores. En vez de morar en el arrepentimiento, hago las paces según pueda. Luego, elijo conscientemente perdonarme a mí mismo de la misma manera que perdono a los demás. Me siento más ligero y más de acuerdo con mi propósito. Eso es gracias al poder del amor de Dios, obrando por medio de mí, como perdón.
Siento felicidad de muchas maneras: la primera sonrisa de un bebé, compartir con amigos o la belleza de un atardecer. Mas tengo presente que mi dicha es el resultado de mi actitud, de mi trabajo interno.
Me doy un “tratamiento de felicidad” cuando comienzo mi día con una frase positiva tal como: Yo soy una expresión de Dios. O puedo mirarme al espejo y sonreír, apreciando la luz del amor en mis ojos.
La felicidad comienza conmigo e irradia de mí dando un toque ameno y cálido a mi mundo. Si enfrento una situación difícil, no permito que ésta me desanime. Recuerdo que lo mejor de mí está en mi interior: el poder y la fortaleza de Dios. Permito que mi naturaleza jovial fluya en toda circunstancia.
¡Que se alegren sus fieles por su triunfo! ¡Que salten de alegría!—Salmo 149:5