Los niños aprenden por repetición y práctica. A la larga, como si se hubiera encendido una luz, comprenden los conceptos que se les enseñan. Yo experimento este mismo proceso cuando me encuentro con nuevas ideas, incluyendo las leyes espirituales.
Al principio, mi mente capta un concepto espiritual. Sin embargo, no puedo conocer plenamente a Dios sólo con mi mente. Debo practicar el estar consciente espiritualmente mediante la oración y meditación. Llegará el momento en el que la comprensión encenderá mi conocimiento interno y la iluminación surgirá; las ideas espirituales fluirán.
Gracias a mi comprensión espiritual, veo más allá del mundo de las apariencias a la conciencia de Dios como la fuente de toda vida.
La Palabra… En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella.—Juan 1:9-10
Mis pensamientos y acciones contribuyen a un mundo pacífico.
Un himno comienza: “Tengo paz como un río en mi alma”. Jesús —nuestro Maestro supremo— ejemplificó esa paz que fluye siempre. Como creación de Dios, siempre tengo acceso a la idea divina de armonía. Cada pensamiento que sostengo y cada acción que llevo a cabo surgen de una decisión que he tomado.
Hoy elijo la paz. La armonía es una elección interna que tomo a cada momento. El amor que guardo en mi mente y mi corazón llega al mundo como relaciones personales amorosas, confraternidad entre vecinos y aprecio por toda expresión de vida.
Mis pensamientos y acciones ayudan a crear un mundo de comprensión y respeto mutuos. Ayudo a establecer el cielo en la tierra cada vez que elijo la paz.
El cofundador de Unity Charles Fillmore dijo que la prosperidad espiritual está “fundada en la comprensión de la sustancia inagotable, omnipresente del Espíritu como la fuente de provisión”. Creo una conciencia de prosperidad cuando dejo ir pensamientos de escasez, cuando tengo fe en que Dios es mi fuente, cuando expreso gratitud y doy generosamente.
Afirmo que soy parte de la vida abundante de Dios. Doy gracias por mi vida, por la ropa que me pongo, por el aire que respiro, por los amigos con quienes puedo reír y llorar. Mis bendiciones son incuantificables, y comparto de esta abundancia. Cada vez que doy, proclamo a Dios como mi fuente, profundizo mi fe y declaro que yo soy próspero.
Dios puede darles a ustedes con abundancia toda clase de bendiciones.—2 Corintios 9:8