Como está escrito en Eclesiastés 3: “Todo tiene su tiempo. Hay un momento bajo el cielo para toda actividad”. Al recordar a un ser querido que ha fallecido, reconozco la oportunidad de expresar gratitud por él y de verlo como una expresión infinita de Dios. Sé que todos hemos sido bendecidos con vida eterna, y la paz llena mi corazón a medida que oro en silencio.
Acepto los cambios, porque sé que es un proceso divino. Afirmo que la luz prevalecerá ante la oscuridad. En un momento de dolor, permanezco receptivo al consuelo. Al honrar a quienes han fallecido, siento gratitud por la vida —la cual no tiene principio ni fin. Dios es vida, y mantengo mi fe en esta Verdad.