Se me pone el alma
Se me pone el alma solitaria y triste, descreida y vieja, porque nadie admira, porque nadie escucha, porque nadie sueña.
Porque nadie sabe mantener el fuego con aquella leña que nos dió calores que nos dió esperanzas que nos dió creencias
Y la vida pasa como pasa el hombre que no tiene señas: sin dejar constancia, sin hacer ovillo, sin hacer madeja.
Sin dejar tampoco, como deja el aire, como el agua deja, una marca honda, una huella firme, una firma cierta.
Pues si fuimos fuentes con el agua limpia, con el agua fresca, ahora somos pozos con el agua turbia, con el agua negra.
Ojalá los hombres, ojalá las cosas, ojalá las bestias, me trajeran sueños de la Edad de Bronce, de la Edad de Piedra.
Donde hubiera arraigo, donde hubiera calma, donde el tiempo fuera el reloj callado de las grandes horas, de las horas muertas.
Pero nadie sabe de ese pauso sueño que nos da paciencia, porque todo urge, porque todo empuja, porque todo aprieta.
Y el aprieto agobia y el agobio mata y la muerte entierra los amores hondos, los quereres dulces, las sonrisas tiernas.
Pues las ansias mueren y las glorias pasan y las prisas dejan a los hombres solos, entre sueños vanos y palabras hueras.
Que los pies se cansan y los cuerpos sufren y las almas quedan como el alma mía, solitaria y triste, descreida y vieja.
PERLA
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