ÁRBOL DE SANGRE
Esta herida me duele con dolor deleitoso. Abierta como un surco, en su fondo germina Semilla amarga y dulce que ha de erguirse, callada, En el tronco de fuerza y en la rama florida.
Árbol gigante y bello que juega con las nubes: Su cabellera densa, peinada por la brisa, esconderá el arrullo de la paloma viuda Y el primor delicado de la frágil orquídea.
Llegarán en bandadas mariposas de junio, Han de libar sus mieles abejas bailarinas Y en la quietud nocturna, luciérnagas fugaces mecerán en las hojas sus tenues candelitas.
Será la casa oculta del animal huraño, Ha de lamer la bestia su raíz retorcida Y quebrando jornadas el viajero del mundo apoyará en su tronco la carga de fatiga.
Rumoroso de trinos y adornado de gajos, Meciendo bajo el sol frescura de caricia, Con sus ventanas verdes por donde el cielo pasa Y en la corteza dura cicatrices perdidas;
recogerá los ecos de músicas errantes, Vibrando como un arpa que se toca a sordina; Y cuando suene el grito de la tormenta loca abrigará los miedos que en soledad palpitan.
Su savia de dolor, potente y victoriosa, Multiplicada en cantos, trocada en gallardía, Empinada al azul y en el lodo sembrada, Ha de ofrendarse a todos en dádiva sencilla.
Y tal vez una tarde, cuando estés viejo y solo, Y en el recuerdo se abran puertas de lejanía, Te ha de llegar un soplo de fragancia olvidada... ¡Sangre transfigurada en florescencia viva!
Claudia Lars.
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