Después de haberlo sobrevivirlo todo;
de lo que quedó, de lo poco,
trato de disfrutarlo sin enojos.
He aceptado en mi vida el otoño,
después de una etérea primavera,
pero nunca disfruté el oprobio o el lodo,
en días de lluvia cuando todo
una vez más se convertía en lodo.
Aceptar la vejez con gracia…
¿Qué puedo decirle a mi blanco cabello?
Cuando estoy parado en frente del espejo,
mientras me miro a los ojos.
¡Siento tocar mis arrugas—
quietas como el agua de una laguna—
ellas son los surcos de mi vida!
¡En donde sembraba mis sueños,
pensando que mis lágrimas
sus frutos traerían a la vida!
De todos mis anhelos que en aquel entonces,
me traerían la llave de la vida.
¡De cuando nos sobraba el tiempo!
Hoy solo me quedan los consuelos;
que me quedan frente al espejo.
Ellos son los reflejos
de un reloj que no perdona…
ni triunfos ni fracasos.
Porque hoy mis años son escasos,
hoy vivo sin lujos ante tantos retrasos.
Porque el precio a pagar
es demasiado caro.
Aunque todo esto suene un poco raro
vivo la “libertad” que mis años
me han otorgado.
Libre soy, no más condenas,
porque ya he roto todas mis cadenas…
las que me ataban a un horroroso pasado.
El Poeta Rascaso
Playa de Fajardo
Puerto Rico
6-7-09