LA PAZ INTERIOR... EL CAMINO DEL AMOR...
La búsqueda de la felicidad es un común denominador en los
seres humanos. Guiados por este deseo, creamos nuevas
tecnologías y perfeccionamos las técnicas existentes
hasta alcanzar grados extraordinarios de
sofisticación en el consumo de bienes.
Sin embargo, pese a la increíble ampulosidad de nuestra
sociedad, creo que existe un descontento generalizado
en el ámbito individual. Tener más, ganar más, necesitar
más y ser mejores, más famosos, más brillantes y tener
más éxito que los demás son sólo intentos superficiales
de lograr la felicidad. Estas diferencias sociales crean
un abismo, cada vez más profundo, entre las personas.
Además, nuestra sociedad está amenazando gravemente
el planeta y envenenando con rapidez el medio ambiente.
Al mismo tiempo se está produciendo una revolución
espiritual encabezada por personas que buscan un
camino para aportar a su vida más significado,
plenitud y alegría, y trascender lo mundano.
La escencia de la felicidad es la paz interior.
Esta paz sólo se consigue cuando reconocemos nuestra
naturaleza fundamental, que es el amor incondicional;
el amor que se expresa con la libertad
y no pide nada a cambio.
Esto es lo que hemos venido a aprender en la escuela
de la vida, y necesitamos muchas vidas para acumular
esta sabiduría. El aprendizaje no es fácil y el proceso
requiere mucho tiempo. Los avances son, a menudo,
imperceptibles y es fácil que nos sintamos desanimados
por nuestros propios fallos.
Sin embargo, vale la pena invertir en este camino del amor porque
es un camino de paz y felicidad.
No se preocupe por el ritmo al que progresa ni se juzgue
cuando cometa errores. Este camino es único para cada
uno de nosotros y tenemos mucho que aprender durante
su recorrido. En esta escuela, disponemos de un cuerpo físico
y aprenemos a través de las emociones y las relaciones.
A medida que avanzamos por el camino de la
espiritualidad, nos convertimos en personas más tolerantes,
comprensivas y abiertas al amor.
Sea tenaz, paciente y abierto. El viaje es, sin duda alguna,
tan importante como el punto de llegada.