Manos lejanas
Me despierta el crujido de la seda
liberando la piel efervescente,
y entre mis dedos el temblor se enreda
de una suave atrevida mano ausente.
Dedos que saben recorrer caminos
que ignora el más experto viajero,
y en espiral de lentos remolinos
fabrica el toque lánguido y certero.
Y al arquear la espalda se endurecen
las puntas de los senos, ofrecidos
a invisibles amantes, que parecen
quedar indiferentes o dormidos.
Oh desnudez del vientre, suave y cálida,
humedad de los muslos tentadora,
línea de la cadera, curva y pálida…
manos lejanas, ¿dónde estáis ahora?
No me dejéis en soledad de tacto,
que hay tristeza en placer sin asistencia;
dadme la compañía y el contacto,
aunque vengáis con vuestra inexperiencia.
Francisco Alvarez Hidalgo
Perla