No sé en qué momento, en qué; estoy, nunca sé dónde estoy, porque soy fugaz, estrella, cuenco de agua reposando manos. Nunca supe de dónde vengo, si subo a la nube si flagelo la luna de luz o media sombra. Siento correr el aire entre mis venas y la altitud conmueve mis sentires el río me canta sin sueños y sueño morirme cada madrugada y siento estarme quieto reposando medio muerto vivo entre la hierba halada. No sé, si tu cielo mueve tormentas en el alma, o la luna lunera humedece mi espalda. No sé, predico y digo y juro en mil palabras que no lo sé. Salto en la plaza, la que reposamos los cuerpos como niños vestidos reídos de cien historias cuando tu saco fue cuna de mi espalda dolorida. ¡No sé porqué te vi llorar tanto! ante mi fuga torpe, la fuga de los libros teñidos de sueños locos. No sé porqué la retina me miente de las glicinas y el espejo de la habitación que dormía plácida hasta que llegamos despiertos o mudos, o dormitando sin dormirnos sudados incansables... Juro que no sé, señora si le cuento que no fue mi ángel, fue su ángel triste que enamoró mi alma, fue su tierna mirada, y su soledad solitaria y vagabunda en los caminos sin rumbos. Rejuro señora que entre tanto alboroto de poemas, mis uñas rasgan el último verso de luna perseguida, y no decapitaban en la noche a la vuelta los relojes absurdos de ese calor incontrolable... Juro que, mediando entre el tiempo y la nostalgia, entre el borde de mi río, entre sus barrancas que sueñan verdades de mis absurdas preguntas, baño mi espalda del sol naranja, ese que con nuestras manos cerramos inquietos cuando venia de la noche, porque éramos: uno.