NUESTRO CAMPO
Lloraban las montañas lindos ríos
que por las caras de los valles transitaban,
con sus dorados cabellos, un sol brillante,
a los suelos gentilmente calentaba.
Recostados sobre el azul del cielo
los esbeltos perfiles de las palmas,
a sus pies agitadas por el viento,
como enorme ola, se movían las cañas.
El refrescante toque de la brisa
con ternura rozaba nuestras caras,
como amorosa y delicada caricia
cual suave mano de mujer enamorada.
Las flores, con su inigualable belleza,
a este paisaje añadían su pincelada,
despliegue de colores al que sumaban
la sutileza de un perfume que embriagaba.
Las mariposas en alocado vuelo,
en una flor y en otra se posaban,
en una danza de brillantes colores
formando bella e increible amalgama.
Los pájaros cantaban su alegría
en profusas e inigualables tonadas,
posados en las copas de los árboles
alegrando con su gorjeo a las mañanas.
Regalo inapreciable nuestro campo
hoy sumido en una triste lejanía,
escondida en nuestro mundo de nostalgia
la esperanza de poder volver un día.
Cástulo Gregorisch
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