Y pensar que extraviamos la senda milagrosa en que se hubiera abierto nuestra ilusión, como perenne rosa.
Y pensar que pudimos, enlazar nuestras manos y apurar en un beso la comunión de fértiles veranos.
Y pensar que pudimos, en una onda secreta de embriaguez, deslizarnos, valsando un vals sin fin, por el planeta.
Y pensar que pudimos, al rendir la jornada, desde la sosegada sombra de tu portal y en una suave conjunción de existencias ver las cintilaciones del zodiaco sobre la sombra de nuestras conciencias