Si añoro la libertad, hago una pausa para examinar cualquier creencia limitante. Dejo ir cualquier noción de que me falta una cualidad o posesión necesaria para ser feliz y saludable —soy sano y perfecto tal como soy. Todo es posible al derribar las barreras que he construido en mi mente. No doy poder a ningún pensamiento que me haga sentir que soy menos que otro.
Nada puede atarme. Tengo el poder en mí para reclamar mi herencia divina y para vivir libre de actitudes limitantes. En el silencio interno, tengo acceso a toda la energía, sabiduría, compasión y paz que necesito. Ésta es la promesa de mi Creador.
El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha ungido para proclamar buenas noticias a los pobres … me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos … a poner en libertad a los oprimidos.—Lucas 4:18
La paz de Dios llena mis pensamientos y me restaura a la armonía. La paz subsana todo enojo, confusión o desacuerdo. Los pensamientos de paz tienen el poder de armonizar y suscitar cooperación y comprensión.
Mantener una quietud mental establece condiciones armoniosas en mi cuerpo. Cada célula y nervio responden a pensamientos de calma.
A medida que la paz de Dios se establece en mi mente, cuerpo y asuntos, ésta prevalece en mi mundo. Una vez que afianzo la paz en mí, ayudo a elevar la conciencia de paz en todo el mundo. Hoy instilo paz en todo lo que pienso, digo y hago —fomentando la armonía con todos.
La justicia producirá paz, tranquilidad y confianza para siempre.—Isaías 32:17
La Oración de Fe me recuerda: “Ahora tengo sabiduría, verdad, paciencia, bondad y amor”. Si se me hace difícil ser paciente, eso es una señal de que no estoy siendo amable y amoroso. Respiro sosegadamente. Con cada aliento, siento que mi atención se mueve hacia mi corazón. Creo un espacio para el perdón y dejo ir cualquier enojo.
Tengo la energía, la paciencia y el tiempo necesarios para hacer lo que me corresponde hacer. Soy una expresión amorosa del Espíritu, y estoy aquí para expresar mi verdadera naturaleza. No permito que horarios, actividades y exigencias me convenzan de que tengo muy poco tiempo para ser la expresión afable y atenta que realmente soy.
El amor es paciente y bondadoso; no es envidioso ni jactancioso, no se envanece … no es egoísta ni se irrita; no es rencoroso.—1 Corintios 13:4-5