Si alguna vez siento que mi fe o mi comprensión son insuficientes y no sé qué hacer, me aquieto y medito acerca del poder del Espíritu Santo en mí.
Nunca necesito sentir que una situación es imposible, ya que el poder del Espíritu Santo está activo en mí, revelándome la Verdad en todo momento y comoquiera que la necesite.
Mi mente es iluminada gracias a las ideas divinas que fluyen continuamente de la mente de Dios. Hago uso de dichas ideas actuando según ellas y permaneciendo receptivo a la comprensión divina. A medida que afirmo mi fe, el poder del Espíritu Santo se activa en mí y mi camino se aclara.
El Espíritu de la verdad … ustedes lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.—Juan 14:17
La paz mundial nace de la paz en nuestros corazones y hogares. Fomento la paz en mí con mi práctica espiritual. Observo mis pensamientos, sentimientos y palabras, y mantengo un compromiso con mi crecimiento personal. Si no me siento en paz, trato de entender mis verdaderas necesidades y satisfacerlas de manera consciente y compasiva, lo cual alimenta mi paz mental.
Resuelvo cualquier conflicto con los demás mediante la comunicación respetuosa y honesta. Expreso mis necesidades y escucho a los demás. Recibo con beneplácito las oportunidades para comprender cualquier diferencia. La paz comienza conmigo. El ejemplo que doy y la energía que irradio cultivan la paz en la tierra.
En cualquier casa adonde entren, antes que nada digan: “Paz a esta casa”.—Lucas 10:5
Para los que vivimos en el hemisferio norte, hoy es el solsticio de verano, el día más largo del año. En muchas culturas, es un día de celebración. Me uno para dar gracias por el sol y su resplandor dador de vida que calienta y nutre al planeta.
Honro la creación de Dios disfrutando de su belleza y esplendor. Hoy salgo a celebrar mi vínculo con la naturaleza. Doy una caminata por un jardín o un parque, monto en bicicleta, juego al aire libre o simplemente descanso bajo el sol.
Siento la alegría de Dios en toda la naturaleza. Respiro el aire fresco, me deleito en la calidez del sol y disfruto de la belleza de este día. Me regocijo en la generosidad de la creación.
Por eso, me declaro en favor de la alegría.—Eclesiastés 8:15