Los gimnastas hacen que caminar sobre una viga parezca fácil. Lo logran porque enfocan completamente su atención en lo que hacen. Doy la misma atención disciplinada y amorosa a cada actividad en mi vida.
Si comienzo a perder el equilibrio, no siento temor. Por el contrario, actúo con ecuanimidad. Permanezco en calma y hago ajustes para recobrar el balance. Comienzo por alinearme de nuevo con el único poder en mi vida: Dios.
Evito reaccionar exageradamente respirando profunda y pausadamente y permaneciendo consciente del Espíritu. Soy capaz de actuar con equilibrio, compostura y presencia. Mis pies permanecen plantados firmemente cuando me mantengo en unidad con Dios. Siento satisfacción y gozo y disfruto de paz mental aquí y ahora.
Pero la piedad es una gran ganancia, cuando va acompañada de contentamiento.—1 Timoteo 6:6
La energía divina alivia mi espíritu y disfruto de paz.
Uno de los gozos en la vida es disfrutar de una fogata. El resplandor y el calor que emanan de ésta me brindan consuelo y me recuerdan la calidez de la energía divina. Mi hogar interno me ofrece sustento y calma ante cualquier situación desafiante.
En mi refugio divino me siento amado, protegido y en paz. El consuelo llena mi corazón, y el dolor y la tristeza se disipan. Mi alma se mueve de la inquietud al sosiego. Siento cómo la energía divina restaura mi espíritu. Sé que estoy envuelto en el amor eterno de Dios.
Nueva esperanza surge para mí, y una vida satisfactoria y plena se vislumbra en mi horizonte. Soy consolado, sanado y renovado en mente, cuerpo y espíritu.
Aun el gorrión y la golondrina hallan lugar en tus altares donde hacerles nido a sus polluelos, oh Señor todopoderoso, Rey mío y Dios mío.—Salmo 84:3
La naturaleza a menudo demuestra gracia y compasión, particularmente cuando un animal de una especie cría a un bebé de otra. El instinto de amar o cuidar suplanta el instinto de pelear o huir.
Tomo en consideración dónde puedo ofrecer gracia y compasión. Si una situación que me ha causado estrés en el pasado recurre, hago una pausa y recuerdo la presencia de la gracia divina que mora en mí. Abro mi corazón para cambiar mi perspectiva o respuesta, y así transformar la experiencia. Tal vez sea hora de exponer una situación que me inquieta o de alejarme calladamente de ella. De cualquier manera, estoy en paz sabiendo que soy guiado por la gracia del Espíritu en mí.
El tigre y el cabrito descansarán juntos, el becerro y el león crecerán uno al lado del otro, y se dejarán guiar por un niño pequeño.—Isaías 11:6
En la canción clásica americana, Irving Berlin escribe: “Cuando estás preocupado y no puedes dormir, cuenta tus bendiciones en vez de contar ovejas”. Hago una pausa para celebrar y expresar gratitud por mis bendiciones. Comienzo por apreciar mi respiración, luego mi cuerpo, después todos los sistemas que trabajan juntos para permitirme hacer todo lo que hago.
Doy gracias por las personas y las mascotas queridas. Pienso en mi hogar y en las actividades que hacen que disfrute el día. Reconozco todo lo que he aprendido de las experiencias de la vida, y siento gratitud por la persona que soy hoy en día. Celebro todas las bendiciones en mi vida y siento profunda gratitud.
Tomó … los siete panes y los pescados y, habiendo dado gracias a Dios, los partió y los dio a sus discípulos, y ellos los repartieron entre la gente.—Mateo 15:36