Puede que haya días en los que me pregunte si estoy en el camino correcto en la vida. Durante esos momentos de duda, hago una pausa y afirmo con tranquilidad: orden divino. Estas dos palabras sencillas me ayudan a dejar ir la duda y las preocupaciones.
Afirmar la Verdad me ayuda a recordar que Dios está a cargo y que todo está bien. Sé de corazón que la voluntad de Dios para mí —y para todos mis seres queridos— incluye alcanzar mi mayor potencial.
Afirmar orden divino elimina el temor y alinea mis pensamientos con la Verdad: gracias a la oración afirmativa mi camino se hace claro y seguro. Mi vida expresa el orden divino perfectamente.
A ti y a tu poder cantaré salmos, porque tú, Dios mío, eres mi fortaleza; ¡eres mi Dios de misericordia!—Salmo 59:17
Reconozco la presencia de Dios como paz, amor y guía.
Experimento momentos de paz y gozo cuando estoy consciente del Espíritu divino. Al despertar, hago una pausa para dar gracias por este nuevo día y por las oportunidades que trae consigo. Durante las horas siguientes, tomo tiempo para conectarme de nuevo con el Espíritu y sentir la paz que proviene de la conciencia divina.
Si lucho con una situación o decisión difícil, dejo ir. Simplemente me detengo por un momento. Al hacerlo, paso del esforzarme a creer, sabiendo que las respuestas vendrán. Doy gracias por adelantado. Espero. Escucho. Recibo. A la larga, me acostumbro a hacer de mi vida una oración y a permanecer en un estado de gratitud y conciencia de lo Divino.
Jesús le dijo: “Tomás, has creído porque me has visto. Bienaventurados los que no vieron y creyeron”.—Juan 20:29