Me adapto y recobro fácilmente del cambio. Yo soy resiliente.
El cambio existe en todo momento; el tiempo avanza con cada segundo que pasa y hasta mis células están en crecimiento y renovación continuos. Sólo tengo que mirar a la naturaleza para ver que nada permanece igual. Las estaciones y las etapas de la naturaleza me enseñan que el cambio es la vida en avance y evolución.
Sin embargo, a veces me resisto y trato de forzar las cosas para que permanezcan iguales. No necesito temer el cambio, porque tengo la habilidad de adaptarme y recobrarme de cualquier reto. Confío en que todo cambio es para mi mayor bien, aunque no pueda verlo. ¡Sé que puedo perseverar porque soy resiliente!
Por eso, no nos fijamos en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.—2 Corintios 4:18
Tengo mucho por aprender de la vida y de las palabras de Jesús, el Maestro supremo. Sus palabras para quienes lo perseguían: “Perdónalos, porque no saben lo que hacen” hablan del poder increíble del perdón. Jesús sabía que quienes lo perseguían no vivían ni actuaban partiendo de su naturaleza verdadera.
Como un ser espiritual, como creación de Dios, tengo la capacidad de perdonar. El perdón incluye dejar ir percepciones que no promueven el bien. Al perdonar, dejo ir perspectivas limitantes y tengo una visión más elevada de la situación. Mi mente y corazón comienzan a ver más claramente. Contribuyo a resultados positivos en cualquier situación difícil. Yo soy liberado a medida que perdono.
Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.—Lucas 23:34