El amor me alienta a aportar lo que puedo para hacer una diferencia positiva en el mundo. Las palabras que digo y las acciones que tomo, demuestran mi interés genuino y el amor por los demás. Recuerdo haber recibido compasión durante tiempos difíciles.
Hoy ofrezco esa compasión cuando veo a alguien que la necesite. Me doy cuenta de que somos parecidos en tantas cosas. Todos necesitamos amor y tenemos la capacidad de cuidar unos de otros. Como el buen samaritano en la Biblia, no cierro los ojos ante el sufrimiento.
Puedo convertirme en voluntario o escoger otra manera de ofrecer mi apoyo. Mi espíritu se eleva mientras doy de mí mismo. Cuando ayudo, la calidez de la bondad toca mi corazón.