No hay mayor incentivo de vida que el sol que renace todas las mañanas. Del mañana que siempre llega y sorprende, del llanto que siempre se pierde en la noche y de la sonrisa que siempre se reavivar por la mañana. Es la fe que fortalece el espíritu, que domina el miedo, que reavive la esperanza. Los errores, a menudo, sirven de abono en el terreno donde cultivamos nuestras experiencias. Hasta ellos dan resultados positivos y nos hacen cosechar frutos que tal vez nunca pudiéramos cosechar si no hubiéramos equivocado. Nuestros sueños están esperando al final de la carretera, torciendo para que el viaje sea bien aprovechado y traiga mucho aprendizaje, gratitud, sonrisas y ese gusto de que "todo valió la pena" en el equipaje. ¡No hay mayor incentivo de vida que la propia vida que quiere venir vencer!