Cuando el sol resplandece después de un largo período de cielos grises y de lluvia, nos sentimos más felices. Es emocionante ver que la luz del sol irradia a través de las nubes. Del mismo modo, nuestro espíritu se eleva y nuestra apariencia resplandece cuando una nueva comprensión ilumina nuestras mentes.
Quizás hemos orado por una respuesta o esperado guía durante una noche oscura del alma. Y, cuando la respuesta surge, es como un nuevo amanecer. Despertamos con gozo a un nuevo día. El camino se hace claro y sabemos qué hacer. La luz es un símbolo de sabiduría. La luz de Dios nos llena cuando abrimos nuestras mentes a una nueva comprensión y a una iluminación mayor de la verdad.
Suave ciertamente es la luz y agradable a los ojos ver el sol.—Eclesiastés 11:7
Tal como ocurre con el centro de un torbellino, el centro de mi ser es un lugar de paz y tranquilidad. Me dirijo a este santuario interno en cualquier momento que necesite apartarme del mundo. En este espacio sagrado, nada puede perturbar la dulce paz de mi alma.
En momentos de oración y meditación, enfoco mi atención en la luz en mí. Al dirigirme tiernamente a mi interior, logro sentir serenidad en cualquier lugar y en cualquier momento. El amor de Dios me llena. Siento la fortaleza, la sabiduría y la luz divinas que me envuelven y me preparan para lo que está ante mí. Centro mi atención al inhalar y exhalar profundamente, y descanso en la conciencia de que Dios y yo somos uno. Estoy en paz.
Vivan en armonía y paz; y el Dios de amor y de paz estará con ustedes.—2 Corintios 13:11
Cuando esté pasando por una circunstancia triste, no me daré por vencido. Sé que no soy un ser desafortunado ni limitado. Tengo el poder para cambiar el rumbo de mi vida. ¡Poseo un espíritu victorioso que no puede ser quebrantado ni derrotado!
Mi espíritu valeroso atrae hacia mí experiencias enriquecedoras. El poder de atracción siempre está en acción. Si anteriormente he permitido que percepciones falsas me definan, dejo ir esos pensamientos ahora. El poder de mis palabras positivas atrae hacia mí mayor bien. Al invocar con fe el poder de la atracción, hago surgir el bien que deseo y merezco.
Miré, y vi un caballo blanco. El que lo montaba tenía un arco y le fue dada una corona, y salió venciendo y para vencer.—Apocalipsis 6:2