Según este nuevo año comienza, pienso acerca de mi vida —donde he estado y hacia donde voy. Evalúo mis logros y errores con honestidad. ¿De qué estoy más orgulloso? ¿Qué deseo cambiar y cómo? Comienzo por aceptar mis circunstancias actuales. Cada nuevo año trae posibilidades para escribir una nueva historia.
Soy fiel a mí mismo y enfoco mi atención en lo que es realmente importante. Partiendo de esta conciencia, creo una vida auténtica que refleja quién soy verdaderamente. Soy único y mi vida es única. Soy el creador, director y escritor de mi historia, y la dirijo de manera que brinde mayor gozo a los demás y a mí. Al vivir de manera auténtica, disfruto de bienestar y amor.
Para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad.—Juan 18:37
Hoy noto las pausas entre los sonidos de la vida cotidiana —las conversaciones, el bullicio de la ciudad y los sonidos de la naturaleza. Cada tregua me brinda la oportunidad de explorar la Mente Divina. Presto atención a las pausas y hago espacio para el discernimiento.
En vez de tratar de llenar el silencio, me deleito en mi apacible conexión con el Espíritu. Hoy hablo menos y percibo más. Lo Divino siempre busca comunicarse a través de nosotros y como nosotros. Acojo el Silencio y estoy receptivo a lo que me dice, y mi conciencia se enriquece y profundiza. Al detenerme y prestar atención, el Espíritu me habla más allá de las palabras.
Tras el terremoto vino un fuego. Pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Luego vino un silbo apacible y delicado.—1 Reyes 19:12
El cofundador de Unity Charles Fillmore enseñó que el cuerpo es como un instrumento musical. Cuando está a tono con el Espíritu, irradia la salud y la armonía de la Mente Divina. Armonizo todo mi ser aquietándome y alineando mi conciencia con Dios.
Tengo presente mi unidad con el Espíritu —mi plenitud innata. Siento que Su amor reverbera desde las profundidades de mi ser. Esta vibración de amor divino es música para mi alma. Es un himno de alegría y paz que envía corrientes de bienestar por todo mi cuerpo. La melodía del Espíritu irradia en mí, a través de mí y como yo. Cada célula de mi ser vibra de armonía y bienestar, y alabo a Dios con gratitud y gozo.
¡Aplaudan, pueblos todos! ¡Aclamen a Dios con gritos de alegría!—Salmo 47:1
Reclamo mi herencia de la abundancia ilimitada de Dios.
El bien ilimitado de Dios está a la mano, aquí y ahora. Según este maravilloso nuevo año comienza, estoy listo para reclamar mi herencia abundante e infinita de Dios. Tengo presente que antes de poder recibir, he de hacer espacio en mi conciencia. De manera que dejo ir creencias antiguas de escasez o limitación, me perdono y libero a los demás de errores pasados.
Cuando me deshago de aquello que ya no necesito, creo un espacio para darles la bienvenida a formas nuevas y mayores de bien. Al dejar ir posesiones, ideas, trabajos o relaciones personales que ya cumplieron su propósito, doy la bienvenida a un año nuevo vibrante y próspero.
Al final, la gloria de esta casa será mayor que al principio, y haré que en este lugar haya paz. Lo digo yo, el Señor.—Hageo 2:9