Una vida abundante es mi derecho de nacimiento. Sin embargo, si percibo la vida solamente a través de mis sentidos físicos, veo sólo un mundo con recursos finitos y posibilidades limitadas.
Mas cuando pongo mi fe en el Espíritu invisible y eterno, reconozco que con Dios, verdaderamente, todo es posible. Al permanecer asido a una conciencia celestial, abro un almacén de bien inagotable. Bien desee prosperidad financiera, relaciones personales amorosas o bienestar físico, emocional y mental, tengo presente que por ser una creación de Dios poseo las llaves de mi herencia divina.
Con un corazón lleno de fe y gratitud, reclamo mi derecho de disfrutar de paz y prosperidad ilimitadas.
A ti te daré las llaves del reino de los cielos.—Mateo 16:19