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De: Tatisverde (Mensaje original) |
Enviado: 03/05/2017 02:14 |
La paz y la fortaleza de Dios me infunden.
En cualquier momento en el que me sienta ansioso o preocupado, acudo a las palabras de Jesús por inspiración: “Por lo tanto les digo: No se preocupen por su vida, ni por qué comerán o qué beberán; ni con qué cubrirán su cuerpo. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (Mateo 6:25).
Dios es la fuente del aire que respiro, el alimento que nutre mi cuerpo y el espíritu que consuela mi alma. Inhalo esta verdad. Exhalo dejando ir cualquier pensamiento de escasez o limitación. Siento que regreso a esa paz interna profunda y moradora que infunde mi ser. Con Dios como mi fuente constante, la fortaleza, el gozo, la tranquilidad y la gratitud me llenan.
Miren las aves del cielo, que no siembran, ni cosechan … y el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes mucho más que ellas?—Mateo 6:26
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Cada día tiene el potencial de ser un nuevo capítulo en mi vida.
Mi vida es como un libro —una historia siempre en desarrollo que presenta nuevos sucesos y posibilidades en cada página. Todo acontecimiento y actividad edifica la narrativa de mi vida. Soy el autor de cada capítulo, escribo mi historia según las decisiones que tomo. Si deseo cambiar el rumbo, he de tomar decisiones que apoyen mi cometido.
Cuando siento la necesidad de orden y calma, elijo pensamientos de paz y actúo desde el lugar de orden en mí. Si busco mayor prosperidad, permanezco receptivo a las ideas divinas y afirmo que Dios siempre provee para mí. Cualquier dirección que mi historia personal tome, recuerdo que soy el coautor con Dios.
Con fe y gratitud, escribo nuevos capítulos en la historia de mi vida.
Voy a darte a conocer lo que está por suceder. —Habacuc 2:2
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Permito que el fluir del Espíritu me lleve.
En el libro Ilusiones , Richard Bach narra la historia de un grupo de criaturas que habían pasado sus vidas aferradas al fondo de un río resistiéndose a la corriente. Una criatura finalmente declara que confía en que la corriente sabe adónde va y dice: “Me soltaré y dejaré que me lleve adondequiera”.
Si encuentro que resisto las circunstancias en mi vida, aferrándome a mis percibidas redes de seguridad por temor a lo desconocido, determino soltar. Cuando dejo ir y dejo a Dios actuar, permito que el fluir del Espíritu me lleve. Confío en que Dios me llevará adonde necesite ir. Dejo ir cualquier necesidad de controlar las condiciones a mi alrededor. Suelto con facilidad y dejo que el orden divino diseñe mi vida.
Confía en el Señor de todo corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus sendas.—Proverbios 3:5-6
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Mis cargas desaparecen cuando las ilumino con la luz del Espíritu. Yo soy libre.
Algunos días, los pensamientos preocupantes y las inquietudes parecen ser compañeros constantes. De ser así, hago una pausa, me dirijo a mi interior y descanso en el Espíritu.
Para sentirme plenamente cómodo con mi vida quizás piense que necesito controlar cada variable en ella: la familia, los amigos, el gobierno, el clima. Mas experimento verdadera libertad cuando confío en Dios, cuando pienso, me muevo y tengo mi ser consciente de mi naturaleza espiritual. Respiro profundamente varias veces y afirmo: Yo soy libre. Yo soy ilimitado . Mis preocupaciones comienzan a disiparse y mi mente es restaurada a su estado libre natural. Mis tribulaciones desaparecen cuando las ilumino con la luz del Espíritu.
Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar.—Mateo 11:28
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Aprecio el orden divino y la claridad que se expresan en todo aspecto de mi vida.
Existe satisfacción en pensar que mi mente humana controla los acontecimientos en mi vida —hoy y los días por venir. Sin embargo, experimento una satisfacción más rica y profunda cuando me entrego al Poder amoroso que causa que todo en el universo fluya y exprese orden y armonía. En esa entrega, dejo ir todo esfuerzo limitado de organizar mi vida.
Existe un poder y yo soy parte de él. Soy parte esencial de un propósito más vasto que el que mi mente puede imaginar. Sé que mi día se desenvuelve como una expresión de ese propósito. Doy gracias por el orden divino en mi vida. Acepto gozosamente y confío en la claridad que se expresa en todo aspecto de mi vida.
“Yo soy el alfa y la omega,” dice el Señor, el Dios todopoderoso, el que es y era y ha de venir.—Apocalipsis 1:8
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