Myrtle Fillmore escribió: “No pensarías en cerrar los ojos y caminar diciendo que no puedes ver y no sabes dónde vas. Así que ¿por qué cerrar tu ojo de omnisciencia al decir ‘no sé qué hacer?’ ¡Afirma repetidamente que sí lo sabes!” Con este sabio consejo, Myrtle nos recuerda que no se trata de pedir guía a una fuerza externa. Mas bien se trata de recordar y afirmar nuestro vínculo eterno con la Mente divina.
Al conectarme con el espacio sagrado de mi corazón, permito que un sentimiento de curiosidad me guíe a medida que encuentro confianza en mis próximos pasos.
Descanso en el Silencio, donde tengo acceso constante a la guía divina. Con fe firme, prosigo en el sendero que soy guiado a seguir.
Que tu buen espíritu me guíe por caminos rectos.—Salmo 143:10
Pongo todo a cargo del Espíritu morador. Yo soy apacible y libre.
Hay días en que me puedo sentir abrumado por las tareas por hacer. En esos momentos, me detengo, respiro profundamente y descanso en la conciencia de Dios. Dejo de hacer y pensar y me sosiego. Dejo ir mis preocupaciones y recuerdo quien soy: una creación de Dios. Recuerdo que lo divino se expresa en todo lo que pienso, digo y hago.
El recordar esta verdad me llena de paz y evita que me sienta abrumado. Me ayuda a relajarme y enfocar mi atención en lo que importa verdaderamente, mi relación personal con Dios.
Todos los otros pensamientos se disipan suavemente y experimento un sentimiento profundo de paz. Estoy en calma y libre al recordar que Dios está conmigo en mis decisiones, relaciones personales y en cada aspecto de mi vida.
Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.—Mateo 28:20