Puede que no tenga control sobre los eventos del mundo, mas tengo control sobre mis reacciones ante lo que sucede en mí y a mi alrededor. Darme cuenta de ello me ayuda a mantener la calma.
Mi calma tiene un efecto reconfortante en cada persona con la que interacciono. Durante mi día, afronto los atrasos con paciencia, los malos entendidos con humor y las desilusiones con optimismo.
Mis herramientas espirituales de oración, meditación, entrega y perdón mantienen mi mente enfocada en Dios. Mi corazón abierto y mi alma confiada engendran serenidad, mientras adiestro mis pensamientos para ver la realidad perdurable de lo Divino por doquier.