EL ANTAGONISMO ENTRE EL AMOR DE SÍ Y EL TRABAJO
¿No les habrá ocurrido alguna vez observarse y reírse de las manifestaciones del amor de sí? ¿Son aún demasiado orgullosos o plenos de auto-satisfacción o simplemente ciegos? Recuerden que en su psicología ningún cambio puede tener lugar mientras el amor de sí permanezca sin cambio alguno. Cuando el cuerpo de carne y sangre es dejado a un lado no se puede llevar nada excepto la psicología. Una persona se convierte en su psicología. Es la víctima de su psicología. Si odia, se halla en odio, con todos aquellos que odian similarmente. Entonces todos se odian los unos a los otros. El odio surge del amor de sí que ha sido herido o menospreciado o burlado. La persona que siempre se siente insultada está llena de amor de sí. Odia a la gente. Hoy en día hay en el mundo una extraordinaria cantidad de odio. El odio hace a las gentes subhumanas en su comportamiento, tal como lo hemos presenciado en los últimos años. Para empezar a aprehender lo que somos psicológicamente, basta preguntarse con frecuencia cuál es nuestra relación con el bien del Trabajo, con las verdades que enseña sobre nosotros mismos. ¿Cuál es su relación con su bien y su verdad? Hablo de nuestra relación interior —esto es, de nuestra verdadera relación—, no de la que pretende o despliega o imagina la Falsa Personalidad. Nuestro cuerpo psicológico está debidamente organizado de acuerdo con nuestra relación interior con el Trabajo. Reflexionemos un poco sobre esta relación interior. Cuando las gentes sienten secretamente que hacen un acto de bondad al Trabajo al asociarse con él. no tienen ninguna relación interior con el Trabajo y en realidad están psicológicamente en peligro. Un hombre o una mujer debe desear verdaderamente más al Trabajo que al estado presente de su vida para entablar una relación interior con él. Deben cuidarse de nunca patronizarlo exterior o interiormente. He presenciado las implacables consecuencias de haberlo hecho así. Conectar el Trabajo con el amor de sí personal es valorarse uno mismo más que el Trabajo. ¿No es verdad? El cuerpo psicológico está entonces en desorden y no puede formarse. Vemos que esas personas que en el fondo se aman y se valoran a sí mismas y aman y valoran su presente vida ante todo, nunca son capaces de aprehender claramente lo que enseña el Trabajo. Todo está mezclado y es confuso y oscuro en ellas. La razón finca en que el pensamiento no sigue un rumbo claro. Ocurre como si en un río se encontrasen corrientes opuestas y levantaran el barro en sus remolinos. Dan vueltas en redondo. ¿Por qué? Porque el Trabajo amenaza su amor de sí. ¿Cómo se podría pensar claramente sobre el Trabajo si nuestro amor de sí lo detesta en secreto o lo ridiculiza? Nuestros pensamientos no lo captarán. A este respecto citaré otra vez una observación hecha por Pablo en su segunda epístola a Timoteo. Se refiere a lo que sucede cuando el amor de sí se encuentra con la verdad esotérica. Se refiere en especial al fin de la edad en la cual estamos viviendo, "cuando todas las cosas estarán crujiendo —poco a poco—", como dijo G. Menciona varios signos y síntomas del derrumbe general de toda bondad y verdad y el advenimiento de la maldad y falsedad. Entre otras cosas Pablo dice: "Porque habrá hombres amadores de sí mismos ( φιλατοι ) siempre aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad" (II Timoteo, III, 2, 7). Es preciso que ustedes sean capaces de ver la razón por la cual no pueden percibir la verdad por sí mismos. El amor de sí combate las verdades del Trabajo. Las verdades del Trabajo son capaces de despertarnos. El amor de sí trata de mantener al hombre o a la mujer dormido. El despertar se vuelve así imposible para ellos. Están "siempre aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad". Ya deben de haber comprendido que nadie puede despertar sin auto-observación. Para despertar, una persona debe ver cada vez más claramente a qué se asemeja. Esto es doloroso. Pero nos da coraje para morir para nosotros mismos y nuestro amor de sí. Cuando el amor de sí es fuerte impide la auto-observación. Una persona, cuando se le dice que es difícil, lerda, satisfecha de sí, perezosa, presumida, vanidosa, etc., no puede ver simplemente lo que ello significa. El amor de sí no lo quiere aceptar. Suele ir a la violencia. Si no puede ver mediante la auto-observación, llevada a cabo paso a paso, por un tiempo prolongado y acumulativo, a qué se asemeja, no podrá despertar a lo que es en realidad, y así nunca deseará morir a lo que es. Su conciencia de sí no le mostrará acrecentamiento alguno. Y a no ser que despierte a lo que es, el amor de sí seguirá manteniendo un poder pleno e indisputado sobre él. Pensará, desde luego, que tiene poder sobre sí mismo. Estará dolorosa, trágicamente equivocado. Será su orgullo, su engreimiento, su vanidad, y el enojo o violencia que siente cuando éstos son heridos por el poder que tienen sobre él. Es la idea de su propio encanto y excelencia, de su autoestima, autovaloración, auto-importancia, su cortés superioridad, y el desprecio de los otros, que lo orientarán. Es su indiferencia interior y su categórico egoísmo y mezquindad, su envidia, celos y deseos de poder, que lo dominarán. Todos esos gigantes, la progenie del amor de sí, tienen poder sobre él, no él sobre ellos. El pequeño y tonto "Yo" imaginario, aquella cosa imaginaria a la que llama "Yo", le hace imaginar que anda por la vida en la multitud de su propia inteligencia y fuerza, y esto es lo trágico en todos nosotros. No, aquellos implacables y duros gigantes lo obligan a andar. Excelente tema, por cierto para una caricatura —como lo son tantas cosas en el Trabajo—. (Por ejemplo, traten de retratar su Falsa Personalidad.) Sí, aquellos gigantes son señores crueles. El hombre que está bajo el mando de su vanidad, digamos, sufre muchas veces y sin utilidad alguna dicho gigante. Por eso se siente perplejo, a menudo herido. Como dije recientemente. es lo mismo que llevar un cilicio sin conocer la razón de su incomodidad. Todos los aspectos que asume el amor de sí nos atormentan y nos hacen sufrir de centenares y centenares de maneras, todas inútiles. Destruyen nuestra vida. Por lo tanto debemos observar, y observar nuevamente, nuestro amor de sí, y llevarlo a la percepción consciente y reconocerlo. A esto lo llamaría el método directo. O debemos observar una y otra vez a qué nos asemejamos. Esto disminuye constantemente el amor de sí. Empezamos por perder nuestra admiración y amor de sí a medida que observamos nuestra conducta y lo que esta en nosotros. A esto lo llamo el método indirecto. En ciertos puntos los dos métodos se mezclan. En ambos casos, empero, no hay que justificarse a si mismo. O más bien, ya que esto es imposible, es preciso observar también de qué modo uno se justifica a sí mismo. Quiero decir, es preciso incluir en nuestra observación de algo en nosotros mismos aquello que lo justifica para lograr una observación completa. Es esto lo que olvidamos continuamente de hacer, si bien nos fue enseñado repetidas veces. Ouspensky solía hacer hincapié en que la observación de sí realizada por las gentes es siempre incompleta, debido a que no han observado después cómo criticaron o se justificaron a si mismas. Cuando también se observa el resultado sobre si mismo de lo que se observa se lleva a la conciencia aquello con lo cual de otro modo se hubiese identificado. Recuerden que uno no se identifica con aquello que se observa distintamente. Cuando una persona se identifica con todo lo que dice, siente, piensa y hace, dicha persona no se está observando. Luego, dicha persona está dormida. Ahora bien, proseguiremos; consideremos las dificultades que presenta ver el amor de sí. Nuestra relación interior con el Trabajo, por medio de la cual nos nutre, depende de dos cosas. Una es la percepción de las verdades que nos enseña. Algunas de estas verdades nos dicen que el Hombre está dormido y que su tarea especial es la de despertar del sueño, que es una multiplicidad y no una unidad, que no se recuerda a sí mismo, que se identifica y considera internamente, que se somete constantemente al poder de las emociones negativas y de la Falsa Personalidad, que sólo tiene un "Yo" Imaginario y comete el error fatal de tomarlo por el Yo Real; y así sucesivamente. Estas son unas pocas verdades del Trabajo. Lo menciono porque preguntaron recientemente cuál era el significado de las verdades del Trabajo. La segunda cosa que determina su relación interior con el trabajo es hacer el Trabajo. Si el hombre se conecta mediante su propia percepción interior con las verdades del Trabajo y poniéndolas en práctica se da cuenta de su bondad, recibirá los dos alimentos necesarios para el desarrollo de la Esencia. Así como el cuerpo físico requiere que le den literalmente de comer y beber para nutrirse, así el cuerpo psicológico requiere los dos alimentos psicológicos del bien y la verdad, los cuales le pueden ser suministrados por el Trabajo. Ahora bien, una de las dos cosas que hay que hacer es observarse a sí mismo y darse cuenta del bien que esto representa con el correr del tiempo. Una de las dificultades en la observación de sí estriba en darse cabalmente cuenta del significado de una palabra con la cual nos califican. Ocupémonos de la palabra vanidad. Alguien me dice: "Usted es un vanidoso". Supongamos que no me doy cuenta del significado de esta palabra, debido a que nunca me observé a mí mismo, y contesto: "No soy en absoluto un vanidoso", y me siento herido. Hay una brecha aquí que sólo uno mismo puede llenar. Cuando G. dijo a una persona hace algunos años que su rasgo principal era Pavo real, dicha persona lo miró con incredulidad. No llegaba a darse cuenta del significado de lo que le decían, y creo que nunca lo logró. Sin embargo, otras personas se dan cuenta fácilmente de lo que ello significa. Esto nos hace ver una de las dificultades de hacer el Trabajo por el lado de observarse a si mismo. Se da una palabra —tal como amor de sí— y dicha persona no encuentra forma de aplicarla a sí misma. Por otra parte, a veces se suele observar algo para lo cual es imposible hallar una palabra y sólo se lo reconoce por el sabor interior. Quizá, más tarde, se comprenda que es la vanidad, acerca de la cual se era incrédulo. Esta es una experiencia característica en el Trabajo, y una señal del debilitamiento del amor de sí que permite penetrar un poco de verdad acerca de uno mismo. Ahora bien, retornemos al antagonismo existente entre el amor de sí y el Trabajo y la cuestión de la calidad de nuestra relación interior con este último. Cabe exponer esta cuestión muy sencillamente. Si nuestra relación con el Trabajo está mezclada de amor de sí no se recibe nada de verdadero y se corre mucho peligro porque la simiente del Trabajo puede ser destruida. Este es el tema de varias parábolas. La semilla que cae en terreno pedregoso y es destruida por el calor del sol es una: "Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó" (Marcos, IV, 6).
Aquí el sol es el calor del amor de sí. A este respecto, la parábola más importante es aquella que se refiere a la Purificación del Templo. Significa que la relación interior con el Trabajo debe ser purificada del elemento del amor de sí y sus intereses y ambiciones. El Trabajo no es una proposición para los negocios, ni tiene nada que ver con los propósitos de la vida. Esas cosas no pueden desarrollar la Esencia que ha descendido de otro nivel. El vínculo interior con el Trabajo, purificado del amor de sí, constituye el templo dentro de nosotros mismos. Mediante el "templo" existe la posibilidad de establecer una comunicación con un nivel superior, pero no si está contaminado con el amor de sí y sus intereses: "Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones" (Mateo, XXI, 12, 13).
Habrán notado con cuanta dureza el Trabajo en la persona de Jesús trata la mezcla del amor de sí con nuestra relación interior con él. Es mezclar dos niveles que, si no están separados en la mente y el corazón, son mutuamente antagónicos. El significado psicológico de esta parábola es lo importante para nosotros hoy en día. |