Me parece muy bonito y conmovedor hablar de lo divino y celestial, de los ángeles, de los estados de conciencia superiores, de todos esos estados divinales y todo eso que nos atrae tan poderosamente, pero creo que es bueno también, de vez en cuando, que toquemos ese tema al que siempre le sacamos el cuerpo, del diablo.
Pero no del diablo ese que nos metieron en la cabeza que está por ahí siempre al acecho para hacernos caer y al cual le tenemos terror desde niños. Parece que ese diablo si existe, pero no está tan lejos como pensamos, está dentro de nosotros o, mejor dicho, somos nosotros mismos y tratamos por todos los medios posibles de ocultarlo, rechazarlo, negarlo. Lo tenemos amarrado en el más profundo rincón de nuestra consciencia.
Por ahí muy de pasadita nuestros guías lo mencionan, pero lo dejan a nuestra propia reflexión como cuidando de no irnos a lastimar, porque somos susceptibles hasta los huesos. Gurdjieff nos cuenta que Dios mismo tuvo que alejar de sí mismo a su hijo muy amado y éste mismo hijo cuando regresa había ganado los más impresionantes cuernos. Cuando Bennett le pregunta al maestro que no más de Relatos de Belcebú era alegórico y que era historia él le responde que todo es historia. Don Carlos por ahí una sola vez dijo que la esencia era un animal salvaje y hasta nos ha enseñado, a los más afortunados, como buscarlo y reconocerlo en persona.
Les mando este capítulo de un libro del psicoanálisis de Jung que estoy seguro les va a encantar y les ve a servir a todos.
Manuelucho.
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