Metida en la cama, tapada hasta las orejas, con la nariz roja como un tomate de tanto moquear. , oigo mi respiración acompasada y cierro los ojos . Todo está en silencio, no hay nadie en casa, abro los ojos y miro al frente. No sé que tiempo ha pasado pero ahí en algún punto de la pared se van los hilos plateados de mi mirada, una mirada tierna y de repente me veo y siento completamente la profundidad del sueño en el que existo. Es en ese preciso momento, deseseperada cuando surge una necesidad y una fuerza por sobreponerme. Es desde mi interior, desde este cuerpo sin pensamientos que yo me sumerjo en un movimiento distinto al caminar con mis piernas. Me mueve el ánimo, me mueve un deseo. Siento ese movimiento desconocido sin dudar de él. Al principio no sabría explicar de qué lugar ni de qué sabor es ese deseo, desde luego no es un yo quiero o un yo no quiero, es algo mucho más interno, puede que cerquita de ese estado febril que me deja adentro de mi, una gripe , y que me mete a percibir ciertos aspectos profundos y me deja ciega, sorda y sin gusto, en mis aspectos funcionales. Lo que si que tengo clarisimo es que me pone en el centro de toda mi atención y me deja entre medias de la comprension y el deseo. Al principio me cuesta sujetar el vaivén entre los dos sabores, comprensión y deseo ,como si en el fondo aun pudiera la razón intervenir , pero hay un momento en el que querer llegar a algún sitio de razocinio desaparece y salgo de un sitio para meterme en otro totalmente diferente. Me es perfectamente fácil detectar cuando estoy en un sitio y cuando me salgo para meterme en el otro. La paz me invade y me inunda esa bondad que tantas veces irónicamente me he cuestionado llegar a tener la posibilidad de que hubiera un ápice de ella en mi. Gracias.