Estar presente a tu propia vida
¿Qué significa estar presentes a
nuestra vida? Hemos sido acostumbrados a pasar por nuestra vida con
poca o ninguna presencia. Sí, nos damos cuenta de las cosas: podemos
concentrarnos en algo y dirigir nuestra atención a los detalles y
panoramas. Pero estar presente significa algo más: significa darse
cuenta del mundo exterior en el que se está actuando y
simultáneamente observar cómo el mundo interno es estimulado por el
mundo externo.
La percepción que nos acompaña a lo
largo del día es automática. Pero ir más allá de este nivel de
consciencia requiere un esfuerzo intencional, un esfuerzo que sólo
puede venir de nosotros y que tenemos que sostener nosotros. Como no
es automático, necesitamos aprender cómo hacer este esfuerzo y
recibir ayuda para sostenerlo.
Para que un sistema para despertar sea
verdaderamente práctico, cada persona debe ser capaz de verificar si
sus técnicas le funcionan. Verificar quiere decir demostrarse a sí
mismo que algo es verdadero o no. Como fundamento del trabajo
espiritual, la verificación le permite a cada persona adquirir una
relación directa con el despertar. El trabajo espiritual revela si
uno está despierto o dormido en el momento.
El Ser Superior:
Comenzamos a entender qué es divino
por medio de nuestros esfuerzos por estar presentes. Presencia es
consciencia. Ya que la presencia sostenida o continua solamente se
logra con esfuerzo, con el tiempo reconocemos que estar presente,
estar verdaderamente despierto, es la más rara y alta de las
experiencias. Es una experiencia que puede ser fácilmente
subvaluada, pero que cuando es lo bastante profunda nos muestra qué
es real y qué no lo es. Sin presencia realmente no tenemos nada
salvo nuestra energía física y nuestras posesiones. Con presencia
tenemos nuestro ser, nuestro Ser Superior.
El Ser Superior es nuestro Ser
verdadero. Es nuestra Naturaleza Divina. Es la parte en nosotros que
es inmortal y sobrevive la muerte.
Nuestro Ser Superior surge más
definidamente cuanto más estamos presentes, y cuanto más profunda
es nuestra presencia. A través de los siglos la literatura esotérica
ha descripto la experiencia del Ser Superior en una miríada de
formas: el dios Ra en Egipto; el estado budista del nirvana; el
Jardín del Edén y el Sabath de la tradición judeo-cristiana; el
Tercer Ojo del zen; la Amada en la literatura sufi, y, en tiempos más
modernos, el Yo Real, opuesto a los muchos �??yoes�?? de nuestra
vida mecánica.
La imaginación y el ser inferior:
¿Por qué no estamos presentes a
nuestra vida? ¿Por qué no llegamos a esta verdad simple por
nosotros mismos? ¿Por qué nos la tiene que decir alguien y por qué
necesitamos la guía de un maestro despierto con el fin de sostener
nuestra presencia con cierta frecuencia?
La respuesta a estas preguntas es que a
lo largo de nuestra vida hemos querido siempre algo más que la
presencia de nuestro verdadero Ser. Y porque lo quisimos más, esto
es lo que recibimos. Lo que hemos querido por sobre todo lo demás es
la imaginación.
La imaginación es el mundo de los
sueños y de la charla interior. La imaginación casi siempre
controla nuestro estado interno. Podemos estar sumergidos en un
sueño, a tal punto que no oigamos o veamos lo que está alrededor
nuestro para nada; el mismo sueño llena nuestra mente y sensaciones
tanto, que se vuelve la experiencia principal del momento. Si
efectuamos algún trabajo intencional o de otra forma tratamos de
prestar atención a lo que hacemos, la imaginación todavía persiste
con una firme corriente de charla y pensamiento al azar. Y en
cualquier momento un nuevo pensamiento nos pone dentro de otro sueño
u otro monólogo interno. Muchas circunstancias en nuestra vida se
arreglan para que la imaginación pueda continuar sin obstáculos. Si
podemos hacer algo con menos esfuerzo consciente de nuestra parte,
nuestra inclinación es casi siempre la de tomar el camino fácil. La
imaginación se decide por lo que es más fácil y nos convence de
que todo está bien y que no es preciso preocuparnos por el presente.